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WWF/Adena lanza una serie de recomendaciones para hacer frente al calor sin “calentar” más el Planeta

WWF/Adena lanza una serie de recomendaciones para hacer frente al calor sin “calentar” más el Planeta

Evangelina Nucete

30 jun (WWF/Adena)

En España tres millones los hogares cuentan en la actualidad con aire acondicionado, lo que significa que el 20% de las familias españolas dispone al menos de uno de estos equipamientos. En el sector servicios (oficinas, comercios, restaurantes, hoteles, centros educativos...) el parque de refrigeración también sigue aumentando a pasos agigantados, hasta el punto de ser el sector que concentra la mayor demanda de energía destinada a refrigeración.

El uso generalizado y, en muchas ocasiones, abusivo del aire acondicionado, con el que se alcanzan a veces temperaturas casi invernales en pleno verano, está contribuyendo a agravar el problema del cambio climático. Estos aparatos demandan un elevado consumo de electricidad, cuya generación depende de la quema de combustibles fósiles como el carbón, el petróleo o el gas natural. De este modo, al aumentar el número de aparatos conectados a la red se está inyectando de forma paralela una mayor cantidad de CO2 a la atmósfera, principal gas de efecto invernadero que contribuye al calentamiento terrestre.

Evangelina Nucete, del Programa de Cambio Climático de WWF/Adena, afirma que “se puede hacer frente al calor sin necesidad de utilizar el aire acondicionado, ya que existen otras alternativas más sencillas con las que podemos sentirnos cómodos en verano sin necesidad de consumir tanta energía, y que deberían tenerse en cuenta mucho antes de acudir a una tienda a por uno de estos aparatos”.

Por ejemplo, la utilización de protecciones solares como toldos, persianas o voladizos es la solución más sencilla para regular la cantidad de radiación que entra en una vivienda. Introduciendo mejoras en el aislamiento del edificio podemos disminuir entre un 25% y un 35% nuestras necesidades de refrigeración y de calefacción. Esta cifra podría llegar al 80% si el edificio dispusiera de un buen diseño bioclimático en el que se tuvieran en cuenta aspectos como la ubicación geográfica, la orientación, color o la forma del edificio. Y, en muchos casos, mover el aire de una habitación con un ventilador puede ser más que suficiente para tener una sensación agradable de confort.

“En aquellos casos en los que no haya más remedio que recurrir al aire acondicionado, tendremos que asegurarnos de que nuestro equipo tenga una potencia de refrigeración adecuada a nuestras necesidades, que sea de clase energética A y que tenga sistema Inverter, con el que se puede ahorrar hasta un 50% en el consumo de energía”, señala Evangelina Nucete. “La temperatura del aire acondicionado debe estar programada entre 24º y 26º C y nunca por debajo de 22º C, para no derrochar energía y prevenir posibles resfriados”.
Es necesario moderar el consumo del aire acondicionado y usarlo sólo cuando sea estrictamente necesario, con el fin de reducir nuestro impacto sobre el cambio climático asociado al consumo de energía.

2006, Año Internacional de los desiertos y la desertificación

2006, Año Internacional de los desiertos y la desertificación

Sérgio Ferrari *

Adital, 21-3-2006

Temática poco mediatizada, menos "espectacular" que otras calamidades ambientales, sin embargo la desertificación creciente - al igual que la disminución acelerada de las reservas de agua potable- se ancla en el centro mismo del debate de sociedad. Ya que toca el presente y el futuro, la vida y la muerte, la iabilidad o la inviabilidad de la "casa común" llamada tierra. A causa de ese "flagelo ambiental", en los próximos 20 años podrían desaparecer dos terceras partes (66 %) de las tierras aptas para el cultivo de África; 30 % de las de Asia y un 20 % de las de América Latina.

Según estimaciones de las Naciones Unidas, la desertificación reduce la fertilidad del suelo del planeta y provoca pérdidas de productividad que en algunas regiones pueden alcanzar el 50 %. Adicionalmente, amenaza la cuarta parte de las tierras totales del planeta así como la subsistencia de más de 1.000 millones de seres humanos en 100 países. Atenta contra el equilibrio macro-ecológico global - especies animales y vegetales que desaparecen- y presiona a comunidades enteras - en 2004 se hablaba de 135 millones de personas- que podrían verse obligadas a abandonar sus tierras a corto y mediano plazo.

Las consecuencias humanas de tal fenómeno van más allá de la simple radiografía productiva. Agrava la ya de por sí debilitada seguridad alimenticia; acrecienta el efecto del hambre y la pobreza; se perfila como fuente adicional de tensiones sociales, políticas y militares, factores todos que en un circuito infernal y cerrado provocarán, a su vez, más y más degradación ambiental. Un verdadero callejón sin salida...

Hablar el mismo lenguaje

El reflejo semántico a veces engaña. Si se asocia desertificación a desiertos, se puede llegar a un concepto un tanto simplista e imaginarlo como el aumento de arenas que fagocitan más tajadas de la gran geografía mundial. Más arena, más desiertos... casi como resultado mecánico o natural de un aumento de la erosión que vive la tierra resultado de las aguas torrenciales que lavan todo o de los vientos agresivos y su poder destructivo.

En términos más científicos, según una definición de los años noventa del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, la desertificación no se refiere a un aumento de los desiertos. Sino que consiste en la degradación de las tierras áridas, semiáridas y las zonas sub húmedas y secas. Que tiene como causas variaciones climáticas, pero -y por sobre todo- actividades humanas tales como el cultivo o el pastoreo excesivo; la deforestación - generalmente movida por grandes intereses económicos-; y la falta de riego. La devastación simple y pura de regiones enteras para introducir ciertos monocultivos, como en su momento el algodón y hoy la soya o los árboles para celulosa. O para la instalación de grandes complejos turísticos, son también co-responsables.

Tras la desertificación, entonces, una serie de conceptos-causas de fondo: la responsabilidad de los grupos humanos (y los poderes económicos) en las zonas amenazadas, así como un cuestionamiento a la idea misma de productividad como motor del desarrollo.

Una amenaza para Norte y Sur

Si bien las consecuencias principales de tal fenómeno las pagarían los países del Sur, no es una temática "restringida" a éstos. Un estudio de Ecologistas en Acción de España, publicado a mediados del 2004, indicaba que ese país se encuentra a la cabeza de las naciones desarrolladas afectadas por la desertificación. Señala que siete provincias presentan niveles de erosión por encima del 90 % de sus superficies y subraya que el origen principal de esa erosión se debe a malas prácticas de la agricultura. Concretamente, enfatiza el documento, 75 % de la erosión se produce en suelos agrícolas, mientras que éstos -paradójicamente- representan sólo un 40 % de la superficie total.

El informe español analiza otras causas, como la explotación desmesurada de los recursos hídricos; la pérdida de la cubierta vegetal a causa de repetidos incendios forestales y la concentración de la actividad económica en zonas costeras consecuencia del crecimiento urbano, de las actividades industriales, del turismo de masas y de la agricultura de regadío. Factores todos, que de una u otra manera, y con diferentes matices o pesos, están a la base también del fenómeno en tantos otros de los 100 países afectados.

A más de 10 mil kilómetros de España, Argentina, con sus casi 2.8 millones de kilómetros cuadrados, otrora reserva ambiental del planeta, no escapa a la degradación del ecosistema, que según diversos estudios afecta al 75 % del territorio. 60 millones de hectáreas están sujetas a procesos erosivos y cada año se agregan otras 650 mil al cuadro de las superficies "desgastadas". A pesar de la enorme superficie y de los ilimitados recursos de ese país sudamericano, 30 % de la población total (uno poco más de 10 millones de personas) son afectadas por ese proceso. En los últimos 75 años la reducción de la superficie forestal es del 66 % como resultado del desmonte para incorporar nuevas tierras a la agricultura; para la producción de carbón vegetal y leña y debido a otras actividades industriales, como la celulosa.

Brasil no se exceptúa de esta dinámica preocupante. Si a mitad del siglo pasado la soja era casi inexistente hoy ocupa más de 20 millones de hectáreas de tierra cultivada. Mientras el ganado - 80 % del cual está en la Amazonia- explotó de 26 millones a 164 millones de cabezas en los últimos quince años y la exportación de carne se quintuplicó entre 1997 y el 2003. Ambos "productos" avanzan ofensivamente cada día más sobre bosques y sabanas, siendo considerados como responsables principales del acelerado proceso de desertificación brasilera.

Y las previsiones son alarmantes: organismos ambientalistas de todo crédito estiman que en el 2020 podrían destruirse cerca de 22 millones de hectáreas de bosques y sabanas en América Latina sólo a raíz de la producción de soja, devastando eco-sistemas y condenando a la desaparición a numerosos pueblos indígenas, cada vez más acorralados en reducidos espacios.

La "conciencia" planetaria

En tanto toma de conciencia mundial -en todo caso a nivel de diagnóstico y retórica- las Naciones Unidas aprobaron en 1994 la "Convención Internacional de lucha contra la desertificación", primer documento que enmarca las respuestas a este "flagelo ecológico" y que cuenta con la adhesión de 172 Estados partes.

Tiene como objetivo principal la promoción de una acción concertada a través de programas locales -con apoyo internacional- que buscan reducir el impacto de la sequía grave y desertificación especialmente en África. Intenta mejorar la productividad del suelo, rehabilitarlo allí donde se puede y ordenar la conservación de los recursos de tierras y fuentes hídricas.

La Convención subraya la necesidad de la participación popular y la promoción de condiciones que favorezcan a las poblaciones locales para evitar la degradación de los suelos. Y le asigna un rol activo a las organizaciones no gubernamentales (ONG) para preparar y ejecutar programas en este sentido.

Si bien este instrumento internacional es un aporte -perfectible-, lo que está en juego tras el "drama de la desertificación" es un debate de fondo, de sociedad o incluso de civilización misma.

Un debate de civilización

Un elemento clave de este debate es, sin duda, la relación estrecha entre desertificación y urbanismo. En tanto, como lo señala el sociólogo y antropólogo español Antonio Aledo Tur, "la urbanización produce un doble efecto que podríamos denominar centrífugo y centrípeto en su participación en el proceso de desertificación".

El aspecto centrípeto -según el mismo intelectual- "al convertir a las ciudades en polos de atracción para los campesinos que abandonan las tierras y para los flujos de materia y energía que el sistema urbano consume permitiendo el avance de la desertificación". El efecto centrífugo, "sirve para denominar tanto el proceso de expansión física de la ciudad sobre las áreas rurales como el proceso de difusión cultural del estilo de vida urbano y de formas urbanas de pensar y entender la relación sociedad-naturaleza que están en la base de los procesos de insostenibilidad ecológica a los que pertenece la desertización". Finalmente, para el intelectual español, "la urbanización actúa como motor de buena parte de los factores que en opinión de los expertos son causantes de la desertificación".

Lo que leva a "repensar la utopía del urbanismo contemporáneo al ser contrastado con las implicaciones socio ambientales que provoca la desertificación es una de las señales que emite el ecosistema y que denuncia la utopía del crecimiento ilimitado" La insostenibilidad del actual sistema muestra "la naturaleza utópica del desarrollo occidental", enfatiza, usando la noción de utopía, en este caso, como contradictoria e inviable.

Detrás del flagelo ambiental de la desertificación -de la misma manera que el derroche irracional del agua potable- una lógica productiva planetaria inviable (u homicida) a largo plazo. Que prioriza el provecho máximo sobre la durabilidad de las reservas. Que transforma en mercancía todo lo que toca, aún los más estratégicos recursos naturales como la tierra y el agua. Que ve como ambicioso mercado la "casa común" del planeta tierra. Y que impone explicaciones culturales e ideológicas reduccionistas (desertificación = más desiertos) a todos los grandes temas del debate de civilización.

La desertificación es mucho más que un infinito arenal natural imposible a detener. Es un grito de alarma sobre una forma de organización de la economía mundial, y un desafío a la sociedad civil planetaria para reforzar su combate/resistencia ambiental en el marco de construir, también sobre la erosión, otra tierra posible.

*colaboración de la Agenda Latinoamericana 2006

Una cuarta parte de España sufre un grave proceso de erosión

Una cuarta parte de España sufre un grave proceso de erosión

Francisco Arias Solís

El desierto avanza. La comunidad científica internacional asegura que de seguir el actual ritmo de degradación de los suelos y la consiguiente desaparición de cubiertas vegetales, el equilibrio climático del planeta peligra. La progresiva elevación de la temperatura está haciendo que las tierras secas proliferen, sustituyendo bosques y pastizales.

En el caso concreto de nuestro país. La situación se nos pinta con tintes dramáticos más de la mitad de los suelos españoles (unos 28 millones de hectáreas) se están deteriorando a causa de la erosión y perdiendo toda capacidad productiva. El proceso más grave se centra en 13 millones de hectáreas, donde se encuentran zonas ya prácticamente desiertas.

El proceso de desertización se concibe como la pérdida del potencial biológico del suelo, es decir, la destrucción de los recursos naturales de la tierra, en unas condiciones de tensión ecológica. Los factores que influyen a favor de la desertización son múltiples. Entre los agentes naturales destacan: el viento y el agua en movimiento (torrentes, ríos, mares), la temperatura, la humedad, etc.

La intensificación de los ecosistemas agrarios ha sido posible mediante la irrigación y drenaje, grandes insumos de energía y productos químicos, que al mismo tiempo los ha hecho más artificiales y propensos a repentinos desastres. No se ha tenido en cuenta a la hora de someter a un suelo frágil a la explotación agraria, los desequilibrios que pueden sobrevenir por exceso de sales, degradación química y las erosiones hídricas y eólicas.

Asimismo, la sustitución de sistemas tradicionales de trabajo por regla general mejor adaptados a los tipos de suelo, por otros de tecnología más avanzada pero procedentes de zonas húmedas, que buscan una mayor productividad a corto plazo, desgastan en exceso los limitados recursos naturales de las zonas en cuestión.

Otras actividades humanas que ponen en peligro grave la desertización de nuestros paisajes son el sobrepastoreo, la tala, los incendios forestales, las vías de comunicación mal diseñada, la masiva construcción de pantanos y presas, la urbanización del campo y algunos deportes de montaña que aumentan los peligros de incendio y aceleran la erosión, aparte de lo potencialmente contaminante que son.

España se sitúa a la cabeza en la relación de loa países que a mayor velocidad se van desertizando, siendo las Comunidades Autónomas de Murcia, Andalucía, Madrid, Castilla-La Mancha, Aragón, Valencia y Canarias las más afectadas.

Según los estudios oficiales tan sólo el 35,8% de los suelos españoles no sufren una erosión apreciable. El 10,8 % presentan síntomas débiles de erosión, el 27,6% presentan una erosión moderada y el 25,8% una erosión grave. La respuesta del hombre ante este fenómeno ha sido históricamente nula: tan sólo la táctica de la huida, es decir, el abandono de la tierra “muerta” en busca de otras más fértiles y explotables.

Tan sólo desde principios del siglo pasado, y a la par que el desierto, han ido creciendo el temor y la concienciación de gobiernos y sociedades, se ha comenzado cierta lucha contra la desertización si bien no de una manera frontal.

El Sureste español es, sin duda, una de las regiones del mundo más afectada por el avance implacable del desierto. Y podemos decir que el mayor responsable de ello es el hombre: es visible la huella humana en las desforestaciones de sus montes, el sobrepastoreo y la extensión de los cultivos hasta áreas de bajísima pluviosidad. Y como dijo el poeta: “Llorad, llorad: lloremos / sobre el inacabable surco abierto / y ante el monte de piedra inacabable”.

Pronóstico: seco y devastador

Pronóstico: seco y devastador

Revista integral (extracto), marzo 2006, n. 315

Alex Shoumatoff

Un clima cada vez más cálido, una población que crece sin límites y unos recursos que escasean. Mali ofrece al mundo una trágica visión de su futuro.

De los diez días de marzo que estuve en Mali, cinco no pude ver el sol. Permaneció oculto por una polvareda que se extendía en todas direcciones a varios cientos de kilómetros. El motivo era el harmattan, un temporal de poniente procedente del Sáhara durante la estación más seca del año. Las tormentas de polvo siempre han existido en esta parte del planeta y son tan espesas que, en ocasiones, es imposible ver tu propia mano. Históricamente, el harmattan sopla de diciembre a febrero, pero desde 1968, Mali y el resto del Sahel (zona subsahariana que se extiende de Senegal a Eritrea) han experimentado un sequía devastadora. Las precipitaciones han caído un 30% y los períodos de lluvia se han reducido a julio y agosto.

Al mismo tiempo, la población del Sahel ha crecido desorbitadamente, aumentando la demanda de leña, materia prima básica para cocinar. Tan sólo en Mali se han talado y quemado más de 400.000 hectáreas de árboles. La sequía, agravada por la deforestación, está desertizando el Sahel. Las tormentas de polvo levantan del suelo de dos a tres mil millones de toneladas de polvo procedente del Sáhara cada año. Las partículas rojas más finas ascienden rápidamente a la atmósfera y, empujadas por los vientos alisios, cruzan los océanos y aterrizan en Florida y el sur de Texas. En febrero del año 2005, el sol se tapó por completo en Austria a causa de una tormenta de este tipo y en mayo, una «lluvia roja» cayó sobre Inglaterra. Varias fotografías de la NASA han mostrado diferentes nubes –algunas superan el tamaño de España– en las costas de Marruecos. El polvo del Sáhara ha llegado incluso a Toronto y Groenlandia y está provocando la extinción de los arrecifes de coral y de los erizos de mar en el Caribe. La desertización del Sahel no es sólo un problema localizado, sino una cuestión que afecta a todos.

La degradación de los suelos

La degradación de los suelos

Javier Noguera

Radio Nacional (Panamá), 27-12-2005

El suelo es un recurso natural que corresponde a la capa superior de la corteza terrestre. Contiene agua y elementos nutritivos que los seres vivos utilizan. El suelo es vital, ya que el ser humano depende de él para la producción de alimentos, la crianza de animales, la plantación de árboles, la obtención de agua y de algunos recursos minerales, entre otras cosas. En él se apoyan y nutren las plantas en su crecimiento y condiciona, por lo tanto, todo el desarrollo del ecosistema.

La erosión del suelo se está acelerando en todos los continentes y está degradando unos 2.000 millones de hectáreas de tierra de cultivo y de pastoreo, lo que representa una seria amenaza para el abastecimiento global de víveres. Cada año la erosión de los suelos y otras formas de degradación de las tierras provocan una pérdida de entre 5 y 7 millones de hectáreas de tierras cultivables.

En los países subdesarrollados, la creciente necesidad de alimentos y leña han tenido como resultado la deforestación y cultivo de laderas con mucha pendiente, lo que ha producido una severa erosión de las mismas. Para complicar aún más el problema, hay que tener en cuenta la pérdida de tierras de cultivo de primera calidad debido a la industria, los pantanos, la expansión de las ciudades y las carreteras.

La erosión del suelo y la pérdida de las tierras de cultivo y los bosques reduce además la capacidad de conservación de la humedad de los suelos y añade sedimentos a las corrientes de agua, los lagos y los embalses.

Los problemas más comunes en relación al suelo tienen que ver con las actividades de las personas. Al respecto, los problemas directamente derivados del uso antrópico de los suelos son actualmente muy severos. La erosión, la desertificación, la contaminación, la compactación, el avance de las ciudades y urbanización, y la pérdida de fertilidad, se encuentran entre los problemas más graves que afectan hoy a los suelos.

Erosión:

La erosión es la pérdida de suelo fértil, debido a que el agua y el viento normalmente arrastran la capa superficial de la tierra hasta el mar. El ser humano acelera la pérdida de suelos fértiles por la destrucción de la cubierta vegetal, producto de malas técnicas de cultivo, sobrepastoreo, quema de vegetación o tala del bosque.

Las prácticas productivas sin criterios de protección, contribuyen en gran medida a que este problema se agrave cada día más.

Contaminación:

Los suelos poseen una cierta capacidad para asimilar las intervenciones humanas sin entrar en procesos de deterioro. Sin embargo, esta capacidad ha sido ampliamente sobrepasada en muchos lugares, como consecuencia de la producción y acumulación de residuos industriales, mineros o urbanos.

Desertificación:

La desertificación es la intensificación de la aridez. Cabe destacar que este término se utiliza para describir procesos causados por los seres humanos. En cambio, otro concepto llamado "desertización", se utiliza para describir el proceso natural de la formación de desiertos.

La desertificación, definida como la intensificación de las condiciones desérticas y el decrecimiento paulatino de la productividad de los ecosistemas, es generada principalmente por el ser humano, que actúa sobre un medio frágil y lo presiona en exceso para obtener su sustento.

Perdida de fertilidad por monocultivo y salinización:

Cuando se siembra la misma especie cada año, la tierra se deteriora. El trigo agota el nitrógeno y otros nutrientes del suelo. Si se continúa cultivando trigo en la misma tierra, disminuye la producción cada año. El monocultivo de especies forestales también es un problema por la misma razón.

Se está viendo que el replante de pinos en el mismo terreno ya no es tan rentable, porque en la segunda y tercera plantación disminuye el ritmo de crecimiento de los árboles. Además de agotar las tierras, el monocultivo multiplica algunas plagas, pues éstas pueden contar siempre con el tipo de alimento al que están adaptadas.

El planeta enferma

El planeta enferma Heidy González Cabrera

RadioRebelde (Cuba), 1-11-2005

Como si fueran profundas heridas, se abren las grietas de la tierra. Perdida su capacidad productiva, todo muere en ella. Y no es la expansión de un desierto. Otrora fértil, la sobreexplotación agrícola y ganadera, la deforestación o la falta de riego, marcaron tal degradación. Fue la mirada experta de un silvicultor francés quien dio la alarma en 1949, al observar que los bosques húmedos del Sahara comenzaban a desaparecer. Una palabra vino a sus labios desertificación. Y así quedó.

Pero quizás usted se pregunte ¿cómo se va originando este dramático proceso? Todo se mezcla: la contaminación de los suelos y las aguas, la destrucción de la capa de ozono, el calentamiento global, la disminución de los bosques y la extinción de especies de la flora y la fauna son demostración escalofriante de los riesgos que amenazan el medioambiente terrestre, y por ende, la salud de la humanidad.

Sin embargo, es el propio hombre, junto al desarrollo industrial tecnológico, los principales depredadores del sistema ecológico del planeta. Daño de tal envergadura, que han obligado a pueblos, comunidades, instituciones y gobiernos a aunar acciones para frenar la crisis que se aproxima.

UN LARGO PROCESO

Tomemos en cuenta que el calor evapora el agua en zonas de almacenamientos, o mientras transita por los canales de regadíos a cielo abierto, y que mucho se ha insistido en el daño que ocasionan esos programas de riego mal concebidos, pues echan a perder tierras de cultivo tanto como la sequía o la desertificación.

Y precisamente, esos últimos -sequía y desertificación-, han sido los dos grandes azotes que actualmente afectan a vastas regiones de África, y ya se empieza a sentir en otros lugares del mundo. Puede que a los desconocedores parezca exagerado, pero las prácticas erróneas de utilización de la tierra, el pastoreo excesivo y la deforestación, llegan a convertir el agua en un poderoso agente de erosión.

Otro peligro latente devienen los desechos industriales nocivos, que trasforman los ríos en cloacas, y los beneficios de las lluvias desaparecen para convertirlas en portadoras de ácidos capaces de acabar con la vida en un lago y destruir un bosque entero.

SUMA DEL DAÑO

Actualmente, la desertificación amenaza a la cuarta parte del planeta, e implica graves problemas de sustento a más de mil millones de habitantes, la mayor parte, del Tercer Mundo. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), estima que para en el año 2025 las tierras cultivables disminuirán en dos tercios en África, un tercio en Asia y en una quinta parte en América del Sur.

Así pues, las poblaciones afectadas han sido testigos de las distintas etapas de la desertificación. Primero, la paulatina destrucción de la cubierta vegetal, generalmente en zonas fértiles, pero agotadas por la explotación intensiva de los recursos. Y en una segunda etapa, la erosión por el agua y el viento.
Serán necesarias muchas décadas para que el paisaje de esas regiones vuelva a su situación original.

OTRAS CONSECUENCIAS

Además del daño medioambiental, las pérdidas económicas y sociales son elevadas. Se calcula que 135 millones de personas podrían verse obligadas a desplazarse por efecto de la desertización, y los pronósticos afirman que hasta el año 2020, más de 60 millones de habitantes abandonarán las áreas desertificadas del África subsahariana y avanzarán en dirección al norte de ese continente y a Europa, en aras de la supervivencia. En cuanto a los ingresos anuales mundiales, el PNUMA calcula que la desertificación los ascenderá a 42.000 millones de dólares, si es que los gobiernos responden ante tamaña urgencia.

Cuidar de la capa de ozono, que nos protege de los rayos ultravioletas del sol, evitar la contaminación de los suelos, las aguas, el aire y desarrollar prácticas para un manejo adecuado de los recursos que nos brinda natura, debe ser nuestro principal compromiso.

Sólo de esta forma permitiríamos la recuperación de la biosfera del planeta y evitaremos una hecatombe ambiental, de la cual la especie más perjudicada sería, precisamente, el hombre.

Pino, el árbol maltratado

Pino, el árbol maltratado Clemente Alvarez
El País Semanal, 16-10-2005

Año trágico para nuestro paisaje. Han ardido ya más de 150.000 hectáreas de superficie forestal. La mayoría, pinares. Por eso vuelven a arreciar las críticas a estos árboles. Tenemos 1.900 millones de pinos y no todos son iguales. Se trata de poner las cosas en su sitio.

Los pinos consiguen adaptarse a las condiciones más duras de la península Ibérica, desde suelos muy pobres y arenosos hasta altitudes de más de 2.000 metros. Éste es el caso de los Pirineos, donde se encuentran espléndidos bosques, como los del valle de Benasque, en Huesca.

En un bosque invadido por el silencio, cientos de pinos en hileras se levantan erguidos hacia el cielo. Están rodeados de un tétrico manto de tierra negra que lo cubre todo y de sus troncos sólo quedan esqueletos carbonizados. En este año trágico, en el que el fuego ha calcinado ya más de 150.000 hectáreas de superficie forestal, se vuelven a avivar las críticas hacia el denostado pino. No hay un género de árbol más abundante en el país, ni ninguno que arda más y mejor. Pero tampoco otro que haya sido tan maltratado, pues si destaca este fascinante grupo de coníferas es justo por aferrarse con sus raíces a las tierras ibéricas más pobres y duras para abrir camino a la vida.

El Inventario Forestal Nacional, que elabora el Ministerio de Medio Ambiente, dice que la especie más común del país, con 687 millones de ejemplares, es la encina, y la segunda, con 623 millones, el pino silvestre (Pinus sylvestris). Ahora bien, si se engloban todas las especies de esta conífera en un mismo grupo –tal y como hace la mayoría de la gente sin proponérselo–, lo cierto es que el género Pinus es el más numeroso y comprende 1.900 millones de ejemplares de los cerca de 5.000 millones de árboles que pueblan los bosques españoles. Si a cada ciudadano del país corresponden unos 113 árboles, 43 de ellos son pinos.

Con todo, esta gran masa arbolada que cubre hoy una superficie total de 15 millones de hectáreas –un 30% del territorio español– no ha sido siempre así. Para comprender el paisaje forestal actual no basta con mirar al presente, sino que se debe acudir también a los archivos del pasado, y en especial a los registros del antiguo Icona. Éstos cuentan que, sólo entre 1940 y 1987, la Administración repobló tres millones de hectáreas de tierras vacías y degradadas. Y que, en un 83% de esta inmensa superficie, lo que se plantaron fueron exclusivamente pinos. “Estas reforestaciones no sólo supusieron cultivos masivos de una sola especie que desmocharon la biodiversidad y aumentaron la vulnerabilidad ante las plagas y los incendios, sino que además los montes públicos eran pocos, y en algunos casos se forzó a propietarios y pueblos a plantar en sus terrenos”, reprocha el botánico Bernabé Moya, director del departamento de árboles monumentales de la Diputación de Valencia. “Estas actuaciones estaban basadas en promesas de ingresos futuros, pero muchas fracasaron, y las especies de crecimiento rápido acabaron convirtiéndose en el camino más largo y menos rentable, económica y ecológicamente”.

Las especies plantadas fueron mayoritariamente los siete pinos autóctonos del país: el pino silvestre, el pino de alta montaña (Pinus uncinata), el pino carrasco (P. halepensis), el pino piñonero (P. pinea), el pino rodeno (P. pinaster), el pino negro (P. nigra) y el pino canario (P. canariensis). Pero también una variedad de pino negro austriaca y, sobre todo, la californiana P. radiata, un árbol forastero del que hoy crecen en la Península nada menos que 106 millones de ejemplares. Paradójicamente, el rechazo a estas reforestaciones acabó por estigmatizar a todas estas especies, y todavía se tiende a veces a considerar a cualquier pino como un árbol foráneo o invasor, cuando las siete variedades autóctonas llevan miles de años pugnando por sobrevivir en las tierras ibéricas. Esto ha quedado demostrado, entre otros, por el profesor titular de Geobotánica de la Universidad Autónoma de Madrid, Helios Sainz Ollero, que ha llevado a cabo perforaciones hasta 18 metros de profundidad en zonas húmedas de todo el país para extraer polen fosilizado de árboles de los últimos dos millones de años. Con estas valiosas muestras extraídas de los archivos naturales de la Tierra, el investigador ha reconstruido los paisajes ibéricos del Cuaternario y ha deducido que, cuando las glaciaciones transformaron lo que hoy es España en una estepa fría e inhóspita, los bosques se reducían a pequeños rodales, en los que resistían sobre todo los pinos. Luego, al suavizarse el clima, como ocurrió hace entre 18.000 y 10.000 años, esta conífera era la primera en reconquistar las tierras perdidas, aunque a la larga acababa desplazada a las peores zonas por las frondosas, que iban ganando territorio. “De alguna forma, cuando el ser humano mantiene de manera artificial el pino en las tierras más fértiles y frena la expansión de las frondosas, está actuando como una glaciación”, incide el investigador.

Las repoblaciones masivas de los últimos 50 años explican, en buena medida, el menosprecio hacia el género Pinus frente a otras especies autóctonas, como la encina o el roble. Pero, para comprenderlo del todo, basta aguardar a que vuelva a prender la llama en el pinar, una vez más. Esta conífera está considerada un árbol pirófilo (o pirófito), lo cual se traduce como amigo (filo) del fuego (piro), y es que parece estar especialmente diseñada para arder mejor. Está cargado de aceites esenciales y de pegajosa resina, sustancias muy inflamables que vuelven completamente locas a las llamas. Además, sus hojas y sus ramas se dejan quemar rápido y sus piñas pueden salir despedidas en el aire como bombas incendiarias. El resultado es un fuego rápido y explosivo, arrasador, aunque, en el caso de variedades como el carrasco o el rodeno, en la tierra quemada pueden quedar desperdigados un centenar de pequeños piñones repletos de nutrientes por cada metro cuadrado. Si todo va bien, estas semillas habrán germinado en la siguiente primavera y los pinos empezarán a reconquistar de forma rápida el espacio.

¿Significa esto que estos árboles se han adaptado hasta tal extremo a las llamas que las han convertido en una ventaja para expandirse? Para algunos investigadores, como Gonzalo Nieto, vicedirector del Real Jardín Botánico de Madrid (CSIC), “los incendios están muy documentados en la historia del Mediterráneo y los pinos han terminado por beneficiarse de ellos y utilizarlos como estrategia”. Sin embargo, otros, como Bernabé Moya, señalan: “Si de lo que se trata es de propagar unos genes, no parece lógico que el árbol de un pinar pueda sacar ventaja de sucumbir ante el fuego, pues generaría muchas más semillas de seguir con vida”. Además, el valenciano plantea otra cuestión: “Pongamos que los piñones salen adelante y brotan del suelo nuevos árboles, los pinos no alcanzan la madurez sexual para dar nuevas semillas fértiles antes de al menos 15 o 25 años. ¿Qué pasa si se produce otro incendio? Que ya no quedará nada de donde pueda nacer un nuevo pino”. No hay acuerdo entre los expertos. Eso sí, todos absuelven al pino: por muy pirófilo que sea, no se le puede cargar con la culpa de las antiguas repoblaciones o de que se encienda una cerilla furtiva en lo más recóndito del bosque.

Los pinos autóctonos merecen ser vistos con otros ojos, pues se trata de unos seres vivos con unas sorprendentes características botánicas. Como aduce Javier Cantero, especialista del Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos Forestales, si estas coníferas fueron elegidas para las reforestaciones fue justo por su increíble capacidad para sobrevivir donde parece imposible. “El pino es el sufridor de los montes y se asienta en los lugares que no quieren el resto de especies”, recalca. “Es el árbol más idóneo para recuperar zonas degradadas, pues en una primera fase permite fijar vegetación para evitar la erosión, reducir la evaporación o aumentar la temperatura de superficie, y así poder introducir luego otras variedades forestales”.

El denostado árbol reúne, pues, una serie de adaptaciones y propiedades que lo convierten en único para enfrentarse al peor clima mediterráneo. Para empezar, y de acuerdo con estudios de Luis Gil, doctor ingeniero de Montes y catedrático de la Universidad Politécnica de Madrid, sus pinchudas hojas aciculadas ofrecen poca superficie vulnerable a los rayos del sol o a las heladas; además, las acículas disponen de unas ceras que sellan su epidermis en los periodos de mayor calor para proteger las reservas de agua. Si bien una encina consume el 60% del agua que requiere un pino, el tiempo que sus hojas permanecen sin daños en condiciones de sequía es sólo el 35% del que alcanzan las coníferas. Asimismo, los pinos no ponen reparos en vivir en los suelos más arenosos o pobres en materia orgánica, y, al contrario que las frondosas, no toleran la sombra y necesitan sol para desarrollarse, un rasgo que los convierte en perfectos colonizadores de parajes desarbolados y secos.

“En la actualidad, las reforestaciones han cambiado mucho y se utilizan otras especies resistentes y pioneras, como la retama, o sistemas mixtos de distintas variedades de árboles”, comenta Susana Domínguez, ingeniera forestal y presidenta de Bosques Sin Fronteras. “Pero todavía se sigue metiendo a veces pino, pues cuando más se ha primado la plantación de alcornoques y encinas, después ha habido que arrancar muchas porque se secaron”. Tanto la ingeniera Domínguez como el botánico Moya se dedican, por separado, a rastrear el país en busca de los árboles más excepcionales, aquellos que merecen ser catalogados como monumentales. Se han adentrado en infinidad de bosques y saben como nadie que el austero pino también puede ser de los árboles más respetados y ancianos. En España, las especies de pinos más longevas son el negro, el de alta montaña y el canario; que crecen de forma más lenta y por ello tienen una madera más resistente. Tal es así que, como cuenta Domínguez, “el rey Felipe II, que era un gran amante de la botánica, hizo traer pinos negros desde la serranía de Cuenca para construir el monasterio de El Escorial”. Claro que, curiosamente, este soberbio palacio madrileño no lleva construido ni la mitad de lo vivido por los pinos considerados más viejos del país: unos soberbios ejemplares de pino negro de más de 30 metros, refugiados en la sierra de Cazorla (Jaén) desde hace casi mil años. Otros de la misma variedad, en el parque natural dels Ports (Tarragona), o los canarios de El Paso (La Palma), han sido datados en 800 años. Aun así, lo cierto es que pueden hallarse ejemplares magníficos de las siete especies por todo el país: el pino de alta montaña de Peixerany, en Boí (Lleida); el negro de Las Cuatro Garras, en Boniches (Cuenca); los silvestres de la sierra de Baza (Granada); el piñonero de Lantarón (Álava); el rodeno de Los Dos Hermanos, en Villargordo del Cabriel (Valencia); el carrasco Pi Gros, en Santa María (Mallorca); los canarios de Vilaflor (Tenerife)…

Una de las particularidades más atractivas de este género Pinus es que, en contra de lo que parece, cada una de sus variedades es muy distinta de las otras. Y si por separado estos árboles pueden resultar fascinantes, cuando se juntan en bosques antiguos dan lugar a fabulosas masas forestales. En los montes de Valsaín (Segovia), los estilizados troncos anaranjados de los pinos silvestres se agolpan en las faldas del Guadarrama. Éste fue el primer espacio protegido con leyes en España tras prohibirse la pesca y la caza en el año 1579. Más al sur, en las marismas de Doñana (Huelva), sorprenden doblemente los grandes pinos piñoneros. Sorprenden por la original figura de esta conífera, que se asemeja a un gigantesco hongo, pero en especial por la fina arena de las dunas de la que salen sus largos troncos. No menos heroicos parecen los pinos de alta montaña, cuya gesta es vivir allí donde ningún otro árbol es capaz de subir: entre 1.600 y 2.400 metros de altitud. En los Pirineos, esta especia abunda en los valles más altos, donde, además del tórrido calor, debe soportar ventiscas y nevadas, un auténtico tormento que queda patente en la inquietante forma retorcida de sus figuras. A menor altura, pero también en montaña, los pinos negros exhiben su majestuoso porte en los increíbles bosques de Puebla de San Miguel (Valencia). Los oscuros y viejos troncos de estos árboles no pueden sino infundir respeto a los paseantes que llegan a este lugar mágico. Por no hablar de la variedad canaria del parque nacional de la Caldera de Taburiente, en La Palma, una joya endémica acostumbrada a vivir entre volcanes que ha desarrollado una habilidad única entre los pinos del mundo: su tronco rebrota tras arder.

Todas estas coníferas llevan la vida a los lugares más extremos, y algunos animales, vegetales u hongos se han especializado en vivir junto a ellas. Es el caso del oso pardo o del piquituerto común, cuyo pico cruzado, especialmente desarrollado para desgranar las piñas, resulta una rareza entre las aves. Tras el drama del fuego, el pino también devuelve la vida.

Cómo gestionar el agua dulce

Cómo gestionar el agua dulce Cristian Frers
Técnico Superior en Gestión Ambiental y Comunicación Social

El notable incremento de la población mundial de las últimas décadas se ha visto acompañado por un aumento en el consumo de agua por persona. Esto ha producido un gran incremento de la demanda de agua, una persona gasta 200 litros si se baña con bañera y 100 si se ducha, un grifo que gotea en casa son 35.000 litros de agua al año, lo que combinado con los desequilibrios en el suministro que producen las variaciones temporales en las precipitaciones ha llevado a situaciones regionales de escasez de agua que, cada vez con más frecuencia y gravedad, aparecen en muchas zonas del Planeta.

Desde el punto de vista de la contaminación, el sector industrial es, en muchos casos, la fuente más importante de contaminación, pese a no ser el mayor consumidor de agua. Los desechos líquidos industriales, por ejemplo, asociados a los procesos de producción de textiles y papel, traen gran cantidad de contaminación orgánica. En general, la industria y la agricultura llevan gran cantidad de contaminantes químicos a las corrientes de agua. Cada vez está más claro que el agua dulce es un recurso finito, vulnerable a la contaminación.

Los niveles del uso del agua son: el 73% para uso agrícola, 20% para la industria y 7% para el uso doméstico. Siendo el riego el uso más importante y tal vez el más deficiente porque se pierde hasta el 70% del agua en el transporte. Es bien clara la necesidad de tener una mayor eficiencia en el uso agrícola, pero también lo es en los sistemas de agua doméstico ya que se presentan costos innecesarios y significativos.
La información y la educación son claves para la creación de una nueva cultura en el manejo del agua. Mientras la comunidad no entienda su rol respecto al uso del agua, los proyectos que se emprendan hacia su conservación tienden a no ser sostenibles y las inversiones de capital económico y de trabajo se pueden perder.

En la actualidad, desde el punto de vista de la gestión del agua, los problemas se relacionan con la ineficiencia, especialmente por las decisiones en materia de política y tecnología. En los procesos de desarrollo de los sistemas de abastecimiento de agua, se consideró durante mucho años que la tecnología era la solución principal a los problemas, y por consiguiente era necesario transferirla de manera masiva, de los países industrializados hacia los países en vía de desarrollo. Estas tecnologías implantadas, sin tener en cuenta las condiciones locales, fracasaron y tuvieron consecuencias funestas para la población y el ambiente. No funcionaron porque, al parecer, olvidaron que el fin último de la tecnología era que la gente la usara, que funcionara a través del tiempo y que el uso dado por las comunidades, estaba determinado por su contexto sociocultural, económico y ambiental.

Frente a esta situación, se ha venido trabajando en modelos de gestión del agua y saneamiento básico, teniendo en cuenta la participación de la comunidad, ya que se ha podido comprobar que la participación de la comunidad en los proyectos de desarrollo da buenos resultados, cuando la población afectada se involucra en los proyectos y se les permite contribuir con sus conocimientos a la configuración de éstos, tornando el trabajo más eficaz y productivo. Al mismo tiempo, se aumenta la capacidad de los individuos para organizarse a fin de hallar soluciones a los problemas que los aquejan.

Generar capacidad de gestión en las comunidades implica asumir los proyectos relacionados con la problemática del agua, desde ópticas más amplias, que consideren aspectos como:

-Trabajar participativamente en equipos interdisciplinarios porque, conforme está estructurado el saber en el mundo moderno, cada profesión es experta en un campo específico y por lo tanto solo el trabajo interdisciplinario permite recuperar la visión de totalidad y aproximarse a la solución de los problemas.

-Empezar por construir y fortalecer el concepto de comunidad para que el proyecto se maneje con criterios de solidaridad.

-Promover estrategias de trabajo que permitan la participación de todos los usuarios del sistema en las decisiones y no solamente los líderes.

-Trabajar con la comunidad desde su contexto sociocultural específico, lo cual implica el reconocimiento y valoración del saber.

Pese a la urbanización creciente, gran parte del mundo en desarrollo sigue siendo rural. Las comunidades rurales tienden a ser pobres y sufren limitaciones para el desarrollo como resultado de la infraestructura deficiente, las oportunidades de ingreso limitadas y la falta de voz en el ámbito político. Un campo que no se gestione adecuadamente puede ser una fuente de contaminación, ya que sedimentos de los campos erosionados pueden obstruir los arroyos y represas; los fertilizantes, pesticidas y desechos animales pueden ser arrastrados hacia las aguas subterráneas o lavados hacia los arroyos, matando plantas, peces y otros animales.

Se ha aprendido mucho sobre lo que funciona y lo que no funciona en los proyectos rurales de abastecimiento de agua y saneamiento. El principio de la metodología se basa en potenciar las capacidades, tanto de las comunidades como de las instituciones, al reconocer que cada actor tiene un conocimiento y que las soluciones se construyen con la participación, tanto para problemas de orden técnico, como para abordar creativamente los problemas de orden social y legal asociados con los aspectos del agua y el saneamiento básico en las comunidades.

Considerar el acceso al agua como un derecho humano y social conlleva la aplicación de reglas, deberes y obligaciones que muchos Estados y la mayoría de las empresas privadas multinacionales no desean que sean impuestos. Pero, ¿existe verdadera libertad y justicia sin reglas, obligaciones y solidaridad respecto al derecho a la vida para todos?

Actualmente a nivel mundial, las políticas administrativas promueven la descentralización de los recursos y de las decisiones y gestiones públicas, al orden local. Y esto, no solo en el ámbito administrativo, también en el ámbito de la educación, las comunidades deben ser gestoras de sus propias iniciativas. De esta manera, es preciso concienciar a la población de que el agua es un bien económico y social, y el descuido de este recurso y su contaminación implican grandes riesgos a nivel ambiental y en la salud integral. No preservar el agua, implica la inversión de grandes cantidades de dinero en su tratamiento y ese dinero finalmente sale de los propios bolsillos de las comunidades.

Carta abierta al presidente del Gobierno sobre los trasvases

Carta abierta al presidente del Gobierno sobre los trasvases LaVerdad.es, 4-10-2005

Miguel Navarro Molina
Alcalde de Lorca

Quien esto escribe es el Alcalde de una ciudad -más de ochenta y nueve mil habitantes, con un territorio casi tan grande como el de la provincia de Guipúzcoa, con Ayuntamiento de mayoría socialista desde 1979- cuya historia ha estado siempre hermanada a la escasez del agua que riega una de las tierras más fértiles de todo el sureste español.

Desde hace 636 años, esta ciudad, Lorca, ha intentado con todas su fuerzas el trasvase de otros riegos o cuencas para dotar mejor lo poco que aquí existía. El rey Enrique II le concede las llamadas Fuentes de Caravaca que no pudieron llegar entonces en 1369, tampoco en 1500 cuando lo otorgaron los Reyes Católicos; ni en 1573 con el emperador Carlos V. Estas cercanas aguas hubieran podido regar 5.500 hectáreas. No se consiguieron después, en 1566, con Felipe II, ni en 1618 con Felipe III, pese a órdenes, estudios y proyectos. En 1742, se ordenó a los ingenieros Ferigán y Vaudepiche volver a plantear la cuestión. Todo quedó en nada. Esas aguas estaban a tan sólo cincuenta kilómetros del término municipal de Lorca.

En 1567, se pide al rey Felipe II el trasvase de los ríos Castril y Guardal que, tras años de trabajos, impide el Duque de Alba por intereses económicos. Cincuenta años después volvió a interesarse, y en 1633 quinientos hombres comienzan a trabajar en las obras, pero todo se quedó a mitad de camino. En 1718 y 1739, vuelve a plantearse el proyecto. Hay años por entonces en que no llueve ni una sola vez por este territorio. En 1775, se inician las obras para el trasvase de las aguas del Huéscar; se paralizan a los dos años. En ese momento, el gran economista Pedro Rodríguez de Campomanes dice en su Discurso del Fomento que «el territorio de Lorca es de los más fértiles de la Península y se halla en gran parte inculto». Sobre el trasvase del Castril y Guardal se sigue trabajando en estudios y soluciones desde 1926 hasta 1961 en que se dictaminó que no era conveniente.

En 1933, con el plan de Obras Públicas del ingeniero Lorenzo Pardo, el imperioso asunto del agua para Lorca se contempla dentro del análisis de todo el desequilibrio hidrográfico en España. Y se comienza a hablar de trasvases. Y no sólo del Tajo, sino del Ebro. Ante los que hablan del trasvase como una trasgresión del derecho natural se aduce que existen razones de superior interés nacional. La voz política la pone el ministro Indalecio Prieto. Al hablar de los trasvases como empresas de estado dice estas palabras que hoy podrían considerarse: «Ésta no es obra a realizar en el periodo brevísimo de días, ni de meses; es obra de años, para lo cual se necesita la asistencia de quienes hoy gobiernan, de quienes estén en la oposición, de quienes sirven al régimen republicano y, oídlo bien, de quienes están en contra de él; porque quienes por patrocinar el régimen republicano una empresa de esta naturaleza le negara su asistencia y su auxilio, serían, no enemigos del régimen, sino unos miserables traidores a España». En 1937, el ingeniero Félix de los Ríos ejecuta el proyecto de Aprovechamiento de parte de las aguas sobrantes del Ebro en ampliar y mejorar los riegos de Levante por el que Lorca podía irrigar veinte mil hectáreas. Y, de modo paralelo, el ingeniero Sánchez Cuervo idea otro plan en que se aúna los dos trasvases: el del Ebro y el del Tajo. Nada se hizo.

Todos parecen de acuerdo. La solución al problema de los riegos de estas tierras ha de encontrarse en los caudales sobrantes de las otras cuencas, examinando el problema con un carácter eminentemente nacional. Es a partir de 1982 cuando comienza a llegar algunas aguas procedentes del Tajo.

Parece que estamos en tiempos de sequía en estas tierras de que les hablo. Cíclicamente puede suceder: son tres años casi siempre. Rebasado el umbral de la sequía, viene la desincentivación de las inversiones agrarias, los endeudamientos, la repercusión en los empleos, la emigración, el incremento de la erosión y desertización, las disputas -también, las políticas- por el agua, la conflictividad social. Ya el agua no es un factor de progreso sino de supervivencia. La economía y el desarrollo son imposibles sin ese bien natural. Los acuíferos, sobreexplotados, con el agua a profundidades superiores a los doscientos veinte metros. Hay ya una agricultura de vanguardia, de extendido riego por goteo, a la que nadie asegura por la penuria e incertidumbre de los recursos hídricos del futuro. La gente empieza a mirar con desesperación la muy posible pérdida de árboles y cosechas. Un árbol no crece en un día, ni en un año, ni en tres, para dar fruto. Y hay quienes ya han empezado a cortar árboles. Un compañero me decía hace poco que, qué puñeta era eso de que el Ebro arrojara al mar cada día 37 hectómetros cúbicos de agua.

Le ruego me excuse lo dilatado de la carta y mi vocación por los historicismos. Permítame uno, finalmente. Un lorquino llamado Alonso Fajardo, conocido por el Bravo, en una carta que le escribió al Rey Enrique IV el año 1458 le decía lo siguiente:

«Soez cosa es un clavo y por él se pierde una herradura, y por una herradura un caballo, y por un caballo un caballero, y por un caballero una hueste y por una hueste una ciudad y un reino».

Cuando se culpa a los pobres del cambio climático

Cuando se culpa a los pobres del cambio climático Luis Tuninetti
EcoSitio
http://www.eco-sitio.com.ar

Todo debido al cambio climático que se ha desencadenado sobre el planeta, principalmente causado por la emisión descontrolada de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero, sumada a la mayor actividad electromagnética del sol. Esto no sería nada nuevo para la comunidad científica, pero este grupo de científicos agrega un dato por lo menos peculiar y es que el hollín también tendría un impacto significativo en el Ártico. Las partículas de hollín calientan el aire y oscurecen la superficie del hielo en el Ártico, lo que hace que absorba mejor los rayos de sol con las lógicas consecuencias que trae para el planeta, más calentamiento.

Culpemos a los pobres

Lo increíble es que la NASA, en un informe realizado, ha detectado que este problema no es desencadenado por el primer mundo, sino que en un porcentaje superior al 60% es culpa de los incendios de vegetación en todo el mundo y por la quema de leña en el sur de Asia. El informe agrega que la India es la mayor responsable del hollín que llega a Groenlandia.

La nota señala que “A pesar de que el sur de Asia es el mayor emisor del mundo de sus chimeneas industriales que ningún otro lugar del mundo, esto se queda pequeño frente al humo de millones de fuegos de cocina…. La conclusión de esta investigación es que el efecto del hollín sobre el cambio climático es 10 veces mayor que los gases de efecto invernadero…” Sin llegar a negar los datos estadísticos que indica el informe, existen otras variables a analizar.

EE.UU. el mayo emisor de gases efecto invernadero

Actualmente, nadie sensato puede negar los hechos que muestran el aumento de temperatura de la Tierra, que ocasiona cambios en la distribución de plantas y las migraciones de animales o que funde parte del hielo del planeta. Más allá de lo que señalan algunos científicos sobre el incremento de las tormentas solares y sus efectos electromagnéticos que agravan la situación, hay quienes todavía porfían la existencia del problema o incluso que si existiera no tendría consecuencias graves para los ecosistemas y la humanidad.

Las proyecciones que realizan los científicos indican que las regiones más afectadas serán los países pobres o en vías de desarrollo, aunque los últimos hechos acaecidos en EE.UU. como “Katrina” también estarían dando un indicio de que los efectos se sentirán en todas partes.

Estados Unidos, el país más rico del mundo, es el que más emite -y por un amplio margen- gases que contribuyen al efecto invernadero, cuando se firmó el Protocolo de Kioto en 1997, la potencia del norte se comprometió a reducir sus emisiones en un 6%, luego se retiró y hoy no solo no han bajado, sino se que se han incrementado en un 15%, con respecto a los niveles de 1990.

EE.UU. emite el 36% de las emisiones de gases efecto invernadero, pero no pueden ratificar el protocolo de Kioto porque perjudicaba la economía de su país, y no se exigía a las naciones en vías de desarrollo que redujeran sus emisiones, dicho por el propio Bush. La solución: optar por la “conciencia de los empresarios” para que redujeran por voluntad propia las emisiones y no imponer metas; la realidad fue que pasó de emitir 5.000 millones de toneladas de CO2 a casi 6.000 millones, toda una “conciencia”.

El derretimiento de la turbera más grande del mundo en Siberia Definido por los científicos como “cataclismo ambiental”, la turbera (1) más grade del mundo se está derritiendo en Liberia, con un área de un millón de metros cuadrados, ocupa el mismo espacio de Francia y Alemania juntos, y de derretirse podría liberar miles de millones de toneladas de gas metano a la atmósfera en poco tiempo.

El gas metano es otro de los gases efecto invernadero con la diferencia que tiene una intensidad 20 veces mayor al dióxido de carbono. Lo trágico de la turbera de Siberia es que su derretimiento, y por consecuencia, la liberación de metano es irreversible. “No importa lo que hagamos el proceso de descongelamiento ya se inició", indicaron científicos Rusos. ¿El motivo del derretimiento? El calentamiento de Siberia por una combinación entre cambios climáticos generados por el ser humano, un fenómeno natural denominado oscilación ártica y el calentamiento del suelo cuando el hielo se derrite.

"Veremos más inundaciones y sequías en distintas partes del mundo, aparte del calentamiento progresivo de la tierra en general, la biodiversidad se verá reducida ya que muchos animales y plantas no podrán adaptarse a las nuevas temperaturas. Es en líneas generales, un cataclismo ecológico", indicó la profesora Marquand en el informe. También aseguró que, “por lo menos en Siberia, el proceso de derretimiento es irreversible y que si hubiéramos querido evitar algo así, debimos haber actuado antes”.

Sacarse un peso de encima

Retomando lo mencionado al comienzo del artículo, el informe que realizó EE.UU. a través de la Nasa resulta patético, culpar a los pobres y a países del tercer mundo por todos los cataclismos ambientales, parece ser una constante en el gobierno de Bush, sin mencionar el espionaje que se realiza a grupos ambientalistas del país y del mundo.

La falta de autocrítica, el desinterés y hasta la desidia con que actúa Bush con respecto al cambio climático, no merecen otra cosa que el rechazo más enfático de todo el mundo. Pero la “economía más avanzada del mundo” no parece estar muy interesada en estos temas, probablemente asistiremos como espectadores (o no) a otra invasión, que no será por el petróleo o intereses políticos, sino por recursos naturales más básicos.

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(1) La turbera es el yacimiento de la turba, un material de origen vegetal que constituye la primera etapa en la transformación de un vegetal a un mineral, específicamente al carbón. Este proceso demora siglos.

Rita, Katrina y la industrial petrolera

Rita, Katrina y la industrial petrolera Elizabeth Bravo
OILWATCH *
http://www.oilwatch.org

Los científicos añaden que la actividad de los huracanes ha aumentado de manera particular en los últimos 10 años, debido al calentamiento del agua en el Golfo de México. Al momento la temperatura del mar en el Golfo de México alcanza los 30ºC, lo que significa que está un grado más caliente que lo registrado en otros años en esta época del año. Para que se presente un huracán se requiere una temperatura de unos 26º C y entre más elevada es la temperatura, mayor es la intensidad del huracán.

Este año, la región ha sufrido 17 tormentas tropicales, lo que constituye un récord pues hasta ahora el mayor número de huracanes se había registrado en 1995 cuando la región fue abatida por 15 tormentas tropicales. No hay duda que el cambio climático es la principal causa de este incremento tanto en el número como en la intensidad de los huracanes. Se conoce también que la principal causa del calentamiento global es la quema de combustibles fósiles, en especial petróleo.

Es irónico que hoy sea la región petrolera del país que más contribuye al calentamiento global, la más afectada. Es así como el 30% de la capacidad de refinación de la región estadounidense del Golfo de México, ha sido paralizada ya sea por los daños causados por Katrina o anticipándose a los posibles impactos de Rita. Más del 65% de las plantas que procesan gas natural han sido cerradas por los huracanes.

Desde los puertos de Houston, Port Arthur y Galveston se importa más del 10% del petróleo que se consume en Estados Unidos cada día. Compañías químicas como Dow Chemical, ExxonMobil y Dupont, que utiliza gas natural como una de sus materias primas, han tenido que cerrar sus plantas de producción de químicos debido a Rita. En esta región se concentran la mayoría de plantas químicas de ese país.

Muchas fábricas que elaboran componentes de plástico (elaborado de petróleo), han sido también amenazadas por Rita. Ahí se hace el 64% del plástico polipropileno y el 57% de estireno del país. Cerca de 80 plataformas (rigs) petroleras están en el camino directo por el que pasó Rita, el 25% está en la zona de Cameron Oeste, que se cree que será la zona que será mas afectada. Cerca de 60 plataformas estaban en la paso directo de Katrina, de las cuales 8 fueron severamente dañadas o destruidas y otras 10 sufrieron daños de distinta magnitud.

Estos datos evidencian como la industria petrolera, y las que dependen de ella, son las más afectadas por el paso de los huracanes por la región. La región tropical del Atlántico ha sufrido siempre por la presencia de huracanes de distinta magnitud. El año pasado, varios países del Caribe fueron seriamente afectados, incluyendo por ejemplo la isla de Grenada que perdió la mayor parte de su infraestructura con el paso del huracán Emily. De eso se habla poco. La importancia que se ha dado a los huracanes Katrina y Rita se debe a que están afectando al país más poderoso del mundo.

Mucho se ha dicho ya sobre las prácticas depredadoras de Estados Unidos, las mismas que amenazan a toda la humanidad, porque es innegable que la peor amenaza que enfrentamos los habitantes del planeta en el siglo XXI es el cambio climático. A los gobernantes de este país jamás les ha importado. Tampoco les ha importado a sus habitantes que no están dispuesto a abandonar su estilo de vida basado en el desperdicio. Pero hoy, que su propia sobrevivencia está en entredicho, esperemos que sepan enfrentar con humildad su vulnerabilidad frente a fenómenos naturales, su ineficiencia para enfrentar las crisis, y que tomen conciencia que después de Rita y Katrina, su vida no puede seguir igual.

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* Oilwatch es una red de resistencia a las actividades petroleras en los países tropicales.

Bush y la no precaución

Bush y la no precaución Angel Tristán Pimienta

La Provincia, 27-9-2005

Los datos sobre el cambio climático que atraviesa la Tierra son escalofriantes: uno de los elementos demostrativos más abrumadores es la comparación fotográfica de los glaciares. Cómo eran hace cincuenta años y como son ahora. En América del Norte y del Sur, en Europa, en las altas montañas de África, en el Himalaya. Frente a esta realidad, y a otras como el agujero de ozono y los nocivos efectos de los ´gases invernadero´, los incrédulos pueden silbar la canción del puente sobre el río Kwai. Pero no por eso disminuirá la amenaza.

Estados Unidos es el mayor contaminante mundial, y quien menos cuida el medio ambiente a pesar de la espada de Damocles que pende sobre las más poderosas compañías por parte de un poder judicial atento a la defensa de los intereses "del pueblo americano". Pero la pasividad del Gobierno, que en el caso de los republicanos, hoy en brazos de la ultraderecha, adquiere carácter de compincheo con el llamado ´complejo militar industrial´, es insensata. Durante el mandato de George W. Bush ha aumentado el alejamiento con respecto a las organizaciones y acuerdos internacionales que constriñen cualquier aspecto directo, indirecto o gaseoso de la política exterior estadounidense: el rechazo al Tribunal Penal Internacional es paralelo al boicot a la ONU en todo cuanto no coincida ´de pe a pa´ con los deseos de Washington.

Lo que cobra carácter de esperpento es la rotunda negativa a aceptar los acuerdos de Kioto, sobre los que ya hay un amplísimo consenso científico. Pero a donde no llega la ciencia puede llegar el sentido común y el elemental principio de precaución, que aparte de ser una consecuencia de la lógica más elemental está consignado en el artículo 174 de los tratados de la UE y en las cláusulas de salvaguarda. "En aquellos lugares donde haya una clara posibilidad de deterioro ambiental se deben tomar las medidas para proteger la salud de la población y el medio ambiente, sin esperar a que haya pruebas científicas irrefutables". Hacer una casa en el cauce de un barranco es una imprudencia temeraria. No hace falta esperar a los resultados de una secuencia matemática a lo largo de los últimos cien años. "Lo malo es que mientrasmás listos somos, más tontos nos volvemos", reflexiona una experta.

La doctrina contraria es la que quieren aplicar los grandes intereses industriales norteamericanos, con el amparo político de una Casa Blanca entregada en cuerpo y alma, exactamente, a la defensa de estos interesados puntos de vista. Nada evidente parece serlo para los que defienden los resultados económicos de los trust petrolíferos, madereros, químicos, automovilísticos, etc. Con la disculpa de que en la más remota antigüedad ya hubo un diluvio universal (y antes, un cataclismo que extinguió a los dinosaurios) se intenta quitar importancia a las repercusiones que tiene en el clima la intervención de la mano del hombre en aspectos sensibles de la vida del planeta. Los grandes huracanes de los últimos años, recuérdese el Micht, el Niño, el Katrina, deben servir de serio aviso. La discusión sobre si el calentamiento de los océanos tiene algo que ver con la mayor frecuencia de estos fenómenos está en todos los foros especializados. "El tiempo está loco", dice la gente corriente, resumiendo una situación que le desconcierta. Aunque ciclones y tormentas tropicales ha
habido desde siempre, y las crónicas de la conquista de América dan cuenta de como arrasaban los campamentos en Cuba o la Española y hundían a las frágiles flotas que se resguardaban en sus costas, los de comienzos del siglo XXI no sólo tienen una media más violenta sino que mantienen una creciente periodicidad, según
los expertos.

La comunidad científica internacional ha abandonado ya las disidencias en este tema y se produce un consenso casi unánime alrededor de la ´doctrina Kioto´. El Katrina y el Rita, y los que queden, podrán tener un doble efecto: el destructivo, innegable, que ha afectado en mayor medida a las zonas donde el ser humano ha desafiado a la naturaleza construyendo en sitios que ésta reivindica; y el positivo, que sería una toma de conciencia de la administración Bush de que la Tierra es un ser vivo que responde a las agresiones y a los desequilibrios. Si los desastres últimos sirven para prevenir el futuro y mejorar el mañana, se habrá cumplido una vez más la frase de que no hay mal que por bien no venga.

¿Es el cambio climático la peor amenaza de la Humanidad? : foro con expertos

¿Es el cambio climático la peor amenaza de la Humanidad? : foro con expertos El Mundo, 15-9-2005

MADRID.- Sequías, inundaciones, deshielos... las catástrofes naturales se repiten en todo el planeta con cada vez mayor frecuencia y los científicos insisten en que la mano del hombre puede estar detrás de buena parte de ellos. ¿Será porque el cambio climático se ha convertido en la mayor amenaza para la Humanidad? elmundo.es y Greenpeace han organizado una serie de encuentros con los mayores expertos de España del tema para analizar la relación del calentamiento global con las catástrofes naturales.

Antonio Ruiz de Elvira.
El catedrático de Física de la Universidad de Alcalá de Henares encendió la polémica al afirmar que la acción del hombre llevará al planeta a una glaciación dentro de 100 años. Además, pronosticó que, si se mantiene el actual ritmo de incendios, España se convertirá en un desierto sin masa forestal en unos 100 años.

Juan López de Uralde.
El Director Ejecutivo de Greenpeace España aprovechó su paso por los encuentros digitales de elmundo.es para hacer una llamada al fin de la energía nuclear, y criticó duramente la fusión nuclear, "que se ha llevado 137.000 millones de dólares en I+D en los últimos 27 años y no ha producido NADA de energía".

Arturo Gonzalo Aizpiri.
El Secretario General para el Cambio Climático del Ministerio de Medio Ambiente hizo un repaso a las principales actuaciones del Gobierno en materia de Medio Ambiente y cambio climático, y reconoció que la energía nuclear tiene graves problemas no resueltos, como por ejemplo la gestión de los residuos.

José Manuel Moreno Rodríguez.
El catedrático de Ecología de la Universidad de Castilla La Mancha hizo un repaso a los problemas que puede suffrir el planeta, y especialmente España, como consecuencia del cambio climático.

Sobre la sequía

Sobre la sequía Pedro García González

El País, 23-09-2005

Hace ya bastante tiempo que distintos expertos en climatología vienen haciendo previsiones sobre lo que, muy probablemente, nos espera en los años venideros. En lo que respecta a España, y en realidad a todo el sur de Europa, las perspectivas apuntan sistemáticamente a una desertificación acelerada, con mayor o menor afectación de unas zonas u otras. Estos augurios ya los estamos padeciendo y va a ser cada vez más frecuente que las lluvias sean muy escasas (incluso la presencia de nubes).

Ante esta perspectiva, el Gobierno central y los autonómicos comienzan tímidamente a reconocer la gravedad de los hechos: inminencia de restricciones, subida del nivel de las alertas, etcétera. Sin embargo, creo que las medidas a tomar deberían ir mucho más allá, empezando por reconocer que un bien escaso como el agua condicionará los usos de la agricultura, ganadería, turismo... y, por supuesto, nuestra propia salud. Campañas que conciencien y expliquen sobre el buen uso del agua y otras medidas previsoras son las que echo de menos actualmente.Pero esta ceguera no es sólo achacable a los políticos. La gran asignatura pendiente sobre este tema recae en todos los ciudadanos que vivimos como nuevos ricos, despilfarrando el agua indiscriminadamente o sacándola ilegalmente de los cada vez más escasos acuíferos. Por otra parte, basta simplemente constatar que países sin ningún problema de escasez de agua son capaces de economizarla mucho más que nosotros. Claro que para eso hay que tener un grado de educación cívica, o educación simplemente, que aquí estamos muy lejos de alcanzar todavía.

Ciudadanos para el bosque

Ciudadanos para el bosque Angel Tristán Pimienta

La Provincia, 7-9-2005

Otro incendio volvió a encoger el corazón de los grancanarios. Esta vez el fuego se prendió en tres focos en la Montaña de Camaretas, en la Hoya del Gamonal, en el término municipal de San Mateo. La reacción del Cabildo fue impecable; de forma inmediata más de cien hombres de distintos efectivos, y seis helicópteros, se pusieron a la labor de extinción. (Hubo quien dijo, está claro que con una malévola retranca, que Soria quería impedir que
Zapatero volviera acompañado de Juan Fernando López y de José Segura a hacer otra visita. Simple humor local). Había una preocupación añadida, el fuerte calor de ese día, cuando los termómetros alcanzaban en algunos lugares los 40 grados, y la posibilidad de que los cambios de temperatura entre la mañana y la noche y la noche
y la mañana formaran ráfagas de aire que reavivaran las brasas.

Ante la desgracia, sin embargo, la reacción de los ciudadanos fue ejemplar y constructiva. En todas partes se oían los mismos comentarios: "no hay derecho de que quemen así nuestra Isla", "son unos malos canarios, unos traidores, porque no puede haber tantos locos sueltos", "son gente ruin y perversa - se decía en la barra del bar Cristal- que quizás odia al mundo y se quiere vengar de él". Una lectora de este periódico llamó indignada
pidiendo a las autoridades "que hagan algo". Casi a la vez que el alcalde de Nueva Orleans, pedía a Bush "mueva el trasero, señor presidente", esta señora pedía a los políticos de aquí "que se muevan", porque "esto no puede continuar así".

Es como el proceso de edificación horizontal infinita: como las Islas no crecen, cada vez queda menos territorio libre. Desde ahora hasta el fin de los tiempos, los metros cuadrados que hay en septiembre de 2005 son los que habrá dentro de cien, doscientos o trescientos años. Con los montes ocurre algo similar a lo del
suelo: cada vez se queman más pinares y laurisilva, por lo cual la masa boscosa disminuye. Las nuevas plantaciones no son suficientes para compensar lo que puede destruir un fuerte incendio, diseñado fríamente para que calcine la mayor superficie posible. Aunque los bandoleros de los fósforos tienen frente a ellos la barrera de la propia naturaleza canaria, con unos pinos endémicos acostumbrados a resistir altas temperaturas, por lo que al cabo de un par de primaveras algunos acaban floreciendo de nuevo, otras especies que forman el ciclo de la vida en nuestras cumbres tienen más difícil resurgir de entre sus cenizas.

La gran cuestión está en saber qué pasa por la mente de un pirómano cuando se dispone a atentar contra su propia tierra y se agacha para prender la hoguera que luego se extenderá como un tsunami, alentada por los calores del verano y por una pinocha y restos de helechos secos que no siempre se recogen con diligencia. ¿En
qué piensan estos malvados? La especial configuración de las cumbres hace que no sea factible la urbanización; por ahí no hay un aprovechamiento interesado. ¿Cuál es la intención? ¿Sencillamente acabar con lo verde, masacrar a los árboles? En principio esto obedecería a un síndrome psicótico, porque no existe ninguna razón, ni científica, ni de sentido común, ni de costumbres, que lo avale. Los pinos y la laurisilva no sólo no hacen ningún mal, sino que están donde siempre estuvieron desde el principio de los tiempos, cumpliendo una función fundamental. Evitando la desertización, resistiendo, gracias a sus cualidades biológicas, los bruscos cambios de temperatura, ´fabricando´ agua en su contacto con los alisios. No hay sustitutos.

La idea de unas cumbres desérticas, llenas de cabras (de cuatro patas) y de pastores cubiertos de mantas pelados de frío, es sólo una parte de la historia verdadera. Gran Canaria perdió su masa verde cuando se plantearon, en diversos periodos, las necesidades de madera, para construir las primeras casas, para fabricar barcos en la aventura americana, para hacer carbón, cuando los vaivenes de la política exterior cerraban los mares para el aprovisionamiento al archipiélago. ¿Plantar nísperos, aguacates, albaricoques, almendros ...? Hay donde hacerlo, no son iniciativas incompatibles, sin perder de vista que la comercialización tropieza con serios inconvenientes.

Es cierto que la Corporación insular tiene en marcha interesantes planes preven tivos, como la videovigilancia y la instalación de sensores. Pero una vez que pase el 2005, el 2006 tiene que llevar al ´casquete central´ y a los relictos estratégicos de la flora autóctona medidas ´masivas´ y eficaces, para impermeabilizar las áreas de peligro. Que no se cuele nadie, y que todo el que penetre en la zona protegida, esté perfectamente identificado
y desprovisto de todo tipo de material con el que se pueda hacer saltar una chispa. Mientras tanto no vendría mal que el Seprona de la Guardia Civil buscara o hiciera un ´retrato robot´ ideológico de los ´autores intelectuales´, como dirían Rajoy, Zaplana y Acebes, porque estas acciones criminales podrían tener un nexo
común, un hilo conductor, un caldo de cultivo, como se le quiera llamar. Este es un asunto donde hay que reclamar la más entusiasta colaboración ciudadana.

Katrina y el cambio climático

Katrina y el cambio climático Ross Gelbspan

El País, 3-9-2005

El huracán que azotó la costa del sur de EE UU fue apodado Katrina por el Servicio Meteorológico Nacional. Su verdadero nombre es calentamiento global. Cuando el año empezó con una nevada de 60 centímetros de nieve en Los Ángeles, la causa fue el calentamiento global. Cuando los vientos de 200 kilómetros por hora cerraron centrales nucleares de Escandinavia y cortaron el suministro eléctrico de centenares de miles de personas en Irlanda y Reino Unido, el impulsor fue el calentamiento global. Cuando una grave sequía en el Medio Oeste reducía los niveles de agua del río Misuri a mínimos históricos este verano, el motivo fue el calentamiento global.

En julio, cuando la peor sequía registrada provocó incendios en España y Portugal y los niveles de agua en Francia eran los más bajos en 30 años, la explicación fue el calentamiento global. Cuando una ola de calor letal en Arizona mantuvo unas temperaturas superiores a los 43 grados centígrados y acabó con la vida de más de 30 personas en una semana, el culpable fue el calentamiento global. Y cuando la ciudad india de Bombay (Mumbai) acumuló un metro de agua en un día, lo que mató a 1.000 personas y desbarató la vida de 20 millones más, el villano fue el calentamiento global.

A medida que la atmósfera se calienta, genera sequías más prolongadas, lluvias más intensas, olas de calor más frecuentes y tormentas más rigurosas. Aunque el Katrina comenzó como un huracán relativamente pequeño que acechaba las costas del sur de Florida, recibió una enorme carga de extraordinaria intensidad de las temperaturas relativamente abrasadoras de la superficie marina en el Golfo de México. Las consecuencias son desgarradoras y aterradoras en igual medida. Por desgracia, muy pocos estadounidenses conocen el nombre auténtico del huracán Katrina, porque las industrias del carbón y el petróleo han invertido millones de dólares para mantener al público con dudas sobre la cuestión.

El motivo es simple: permitir que el clima se estabilice exige que la humanidad reduzca su consumo de carbón y petróleo en un 70%. Eso, naturalmente, amenaza la supervivencia de las mayores empresas comerciales de la historia. En 1995, los servicios públicos de Minnesota descubrieron que la industria del carbón había pagado más de 800 millones de euros a cuatro científicos que mostraban públicamente su disconformidad con el calentamiento global. Y ExxonMobil ha gastado más de 10 millones de euros desde 1998 en una campaña de relaciones públicas y cabildeo contra el calentamiento global. En 2000, los magnates del petróleo y el carbón se apuntaron su mayor victoria electoral hasta la fecha cuando el presidente George W. Bush salió elegido y a renglón seguido aceptó las insinuaciones del sector respecto a su política climática y energética.

A medida que el cambio climático acelera el paso, muchos investigadores temen que ya nos encontremos en un periodo de mutación irreversible y descontrolada. Con este telón de fondo, la ignorancia de la ciudadanía estadounidense sobre el calentamiento global destaca como una crítica contra los medios de comunicación estadounidenses. Cuando la prensa de EE UU se ha molestado en abordar el tema del calentamiento global, se ha centrado casi exclusivamente en los aspectos políticos y diplomáticos y no en lo que el calentamiento está haciendo a nuestra agricultura, al suministro de agua, a la vida vegetal y animal, a la salud pública y al clima.

Durante años, la industria de los combustibles fósiles ha presionado a los medios para que confieran el mismo peso a un puñado de escépticos del calentamiento global que a los hallazgos de la Comisión Intergubernamental sobre el Cambio Climático (más de 2.000 científicos procedentes de 100 países que informan a Naciones Unidas). Ahora que la ciencia se ha vuelto incluso más sólida -y los impactos tan visibles como la enorme tormenta que ha alcanzado a gran parte del Golfo de México- la prensa comparte la culpa de la destrucción que nos hemos infligido con los sectores del petróleo y el carbón. Como bostoniano, tengo miedo de que el próximo invierno -al igual que el pasado- sea inusualmente breve y devastadoramente riguroso. A principios de 2005, una mortífera tormenta de nieve dejaba sin suministro eléctrico a miles de personas en Nueva Inglaterra y una capa récord de 1,6 metros de nieve en Boston. El nombre tradicional de aquel mes era enero. El verdadero es calentamiento global.

Incendios forestales: apuntes para una prevención eficaz

Incendios forestales: apuntes para una prevención eficaz Ecologistas en acción de la provincia de León

Diario de León, septiembre 2005

La grave oleada de incendios forestales que está asolando nuestro país, -y toda la península ibérica- con su trágica secuela de desgracias: ruina económica, desertización del suelo, desaparición de masas arbóreas y hábitats naturales insustituibles, miles de animales calcinados vivos,... y en fin, pérdida de vidas humanas, no se trata en modo alguno de una maldición imparable que debamos aceptar de manera fatalista -son muy pocos los incendios producidos por rayos-, al contrario, es el producto de actos humanos irresponsables o delictivos, que todos podemos atajar con nuestra conducta respetuosa en el monte, colaborando en el esclarecimiento de los siniestros, y desde luego exigiendo, a las administraciones implicadas, medidas capaces de poner freno a esta catástrofe ecológica que amenaza con la desertización del territorio y que afecta a todas las comunidades autónomas. Nos enfrentamos a un problema de Estado que aún no ha encontrado en los poderes públicos y en el conjunto de la sociedad la respuesta que merece.

La realidad de este verano trágico y los datos estadísticos de los últimos años -en los que se ha superado la cifra de los 20.000 incendios anuales-, pone de manifiesto la enorme dependencia que existe entre climatología y superficie total quemada o lo que es lo mismo la desoladora evidencia de que en España sólo disminuyen los incendios cuando llueve intensamentey todo ello a pesar de las ingentes inversiones en medios técnicos que se han llevado a cabo por parte de las diferentes administraciones. De poco sirve incrementar la costosa flota aérea si falla la coordinación y si faltan puestos de trabajo estables, dedicados al cuidado y vigilancia permanente del monte y a la eventual extinción de los incendios.

Es necesario invertir la ecuación y dedicar prioritariamente los recursos económicos disponibles a la prevención real, la que evita el incendio, disuadiendo y reprimiendo con todos los medios posibles (educativos y sancionadores) a los colectivos y actividades de mayor riesgo. Los esfuerzos centrales deben dirigirse a la prevención, por el mero hecho de que es siempre mucho más barata que la recuperación de las superficies quemadas.

Es lamentable que el presupuesto dedicado a la prevención siga despilfarrándose en prácticas ineficaces e incluso perjudiciales. Así, de forma generalizada, se dedican grandes partidas presupuestarias a la apertura de nuevas pistas y cortafuegos, ignorando que estas prácticas, sino van acompañadas de restricciones al tránsito de vehículos particulares, implican un alto riesgo ya que el 55% de los incendios se origina en pistas forestales, caminos y carreteras. Otra práctica preventiva errónea y habitual es la «limpieza» de los montes que, en muchos casos, arrasa la vegetación arbustiva imprescindible para dar refugio a la fauna, retener el suelo, etc.

Crecemos de investigaciones rigurosas de la casualidad y la motivación de los incendios forestales por áreas homogéneas y estos estudios han de ser previos a cualquier planificación de estrategias preventivas sociales, económicas, culturales y técnico-selvícolas, planes preventivos que tendrán que adaptarse a la realidad de cada zona para resultar eficaces.

No hay que olvidar que el tipo de masa forestal que arde o el tipo de terrenos más afectados (en cuanto a titularidad) es claramente distinto. En efecto, los monocultivos de coníferas se queman proporcionalmente más que las áreas repobladas con especies frondosas autóctonas o que las zonas donde los bosques procuran mayores beneficios a la población.

Por otra parte son comunes, en el Estado español, y se pueden combatir de forma generaliza, dos grandes causas de incendios forestales: las quemas agrícolas y para obtención de pastos y las negligencias. En relación al primer bloque habría que realizar campañas educativas orientadas a sensibilizar a la población rural, conseguir una mayor implicación por parte de los ciudadanos y de las autoridades locales y ante todo, articular un condicionado que relacione incendios forestales con la concesión de ayudas y subvenciones agrícolas. En cuanto a las negligencias, hay que intensificar la vigilancia en las zonas de mayor presión turística y limitar drásticamente el tránsito de vehículos particulares a motor en los espacios naturales protegidos.

En resumen, creemos que una sólida estrategia preventiva debe partir del conocimiento exhaustivo de las causas y asentarse sobre tres pilares básicos: el aprovechamiento sostenible de los montes, la erradicación de los negocios del fuego y acabar con la impunidad de los incendiarios. El fracaso o el éxito dependerá en última instancia, de la dotación de recursos económicos y humanos suficientes y de la actuación coordinada de las administraciones, es decir, de la voluntad política.

Teniendo en cuenta que en España el ser humano está detrás del 92-97% de los incendios que destruyen el monte y que el grueso de ese porcentaje corresponde a incendios intencionados, está claro que la prevención real de la mayoría de estos siniestros pasa por la aplicación contundente de medidas represivas y sancionadoras.

Es prioritario terminar con la actual sensación de impunidad: actualmente sólo se detiene entorno a un 4% de los incendiarios, que suelen quedar impunes por falta de pruebas. Será preciso investigar todos y cada uno de los incendios que se produzcan, detener a los responsables y hacer recaer sobre ellos todo el peso de la ley.

También es esencial en la prevención evitar el «negocio del fuego» o lo que es lo mismo: que nadie -a partir de prácticas delictivas (cambios de usos del suelo, venta de la madera quemada, etcétera)- se lucre con los incendios. Por ejemplo se dan casos intolerables de personas denunciadas por quemas incontroladas que, sin embargo, reciben subvenciones agrarias; o empresas multiservicios que también las reciben por «crear empleo» en actividades de extinción.

En este sentido eran acuciantes y son loables las medidas preventivas tomadas por el Ministerio de Medio Ambiente: la creación de fiscalías específicas para los delitos contra la naturaleza y el medioambiente y la paralización de todo cambio de uso en la calificación del suelo hasta treinta años después de los siniestros. No estaría de más que se acompañarán de una reforma del código penal que endurezca sustancialmente las multas y penas de cárcel aplicables a los incendiarios.

Tenemos la trágica certeza de que cualquier incendio -sea cual sea su causa- puede provocar daños enormes; no obstante la estadística nos dice que los incendios intencionados son los más difíciles de extinguir y los más peligrosos porque buscan deliberadamente el máximo efecto destructivo, aprovechando las condiciones más adversas (nocturnidad, viendo, multiplicidad de focos, dificultad de acceso, etcétera).

Además, la impunidad tiene el efecto perverso de multiplicar acciones semejantes por mimetismo. Surgen áreas geográficas donde los incendios se convierten en un mal endémico, tal es el caso del Bierzo en nuestra provincia.

No se puede esperar más, la catástrofe ecológica y humana a la que estamos asistiendo, debería marcar un cambio radical, a favor de la prevención, en las políticas de lucha contra los incendios forestales y acabar con la vergonzosa impunidad de os incendios intencionados, acciones criminales que directa o indirectamente perjudican a todos los ciudadanos.

La “pertinaz sequía” y la guerra del agua

La “pertinaz sequía” y la guerra del agua Mariano Monge Juárez

Pertinaz es el mejor adjetivo que califica el carácter de la sequía en la península. Una parte de los paisajes andaluces, murcianos, valencianos, castellanos, extremeños e incluso catalanes se identifica con un “bad land”, es decir, un paisaje con muy escasa vegetación, de tierra amarilla, sin humus, estéril, arrasado por las lluvias.

En los últimos años parece ser que el Sahara progresa. La ciencia ya califica gran parte de Almería, Murcia y Alicante como área de clima desértico. Sí, desértico, con todas las letras. Esto no es nuevo, la sequía en la península no es nueva, por algo durante la dictadura se hablaba de “pertinaz sequía”. En cambio, parece ser ahora que el problema es nuevo. No es bueno confundir la actualidad con la novedad. Las ciencias de la información deberían tener esa diferencia más clara de lo que luego demuestra la praxis de los medios de difusión. Ya desde el siglo XVIII, los ministros del Estado Ilustrado de Felipe V, Carlos III o Carlos IV barajaron muy en serio la posibilidad de emprender faraónicos proyectos de trasvases de norte a sur. Nunca hubo medios suficientes, o al menos, nadie supo materializarlos.

Desde época romana, y sobre todo durante el periodo andalusí, la península se caracterizó por un óptimo aprovechamiento y control del agua, gracias a perfectos sistemas de acequias, azudes, canales, albercas, etc. Los regadíos siempre fueron un asunto de primer magnitud económica, política, social y cultural. En 1609 se ordenó la expulsión de los moriscos, afincados la mayoría de ellos en las dos andalucías, el Reino de Valencia, Murcia, Aragón, Cataluña y algunos lugares de Castilla, a pesar del rigor con el que se les expulsó, la administración se vio obligada a dejar a muchos moriscos que eran los encargados de los regadíos. A mediados del siglo XVII se construyeron los primeros pantanos, fue en tierras del sur del Reino de Valencia.

La sequía fue siempre una amenaza elemental. El siglo XIX y el regeneracionismo también se ocupó del problema, aunque no dio ninguna solución. La dictadura franquista se caracterizó, entre otras cosas, por la política de obras hidráulicas. Destacan los numerosos pantanos y el trasvase Tajo-Segura, ya de los años setenta, quizá lo único positivo del franquismo.

La victoria del PSOE ha disparado casualmente la Guerra del Agua. Es contradictorio que un partido que ha gobernando durante dos legislaturas, una de ellas con mayoría absoluta, en la que ha hecho y deshecho completamente a su antojo se escandalice ahora por la ausencia de un Plan Hidrológico Nacional.

Muchos se preguntarán que si era tan fundamental y tan urgente el trasvase del Ebro o del Segura, ¿por qué no lo hicieron entre el año 2000 y 2004? El primer partido de la oposición lanza ahora a los agricultores a la calle. Murcia está inundada de carteles en los que se lee: AGUA PARA TODOS.

Hace poco estuve en un pueblo de Águilas, me encontré con una turista irlandesa que me preguntó, con bastante ironía, si se trataba de AGUA PARA TODOS “LOS CAMPOS DE GOLF”. Paradójicamente, la Comunidad Autónoma de Murcia, gobernada con mayoría absoluta por el PP, y, junto con Almería, la más afectada por el proceso de desertización, sigue construyendo campos de Golf. Conviene recordar que un campo de golf consume aproximadamente la misma cantidad de agua que una ciudad de veinte mil habitantes.

Si el problema de la sequía es estructural y además obedece a continuos ciclos, más o menos predecibles, no es razonable que siempre estemos igual. Aunque parezca una contradicción, tanto la sequía, las precipitaciones de alta intensidad horaria (gota fría), como los incendios forestales son lados de un mismo triángulo que afectan a la península desde tiempos geológicos.

En cambio, nuestros políticos siguen mostrándose inútiles ante esta carencia. Es curioso, por ejemplo, hay ciudades que se inundan constantemente, Alzira suele padecer periódicamente los rigores de la gota fría casi todos los decenios. Durante los años sesenta y ochenta, Santa Pola se convirtió en un núcleo turístico muy importante, fue construida sin alcantarillado. En la Comunidad Valenciana mucha gente construye viviendas en medio de ramblas, y la administración se queda tan tranquila.

El agua forma parte de un enorme ciclo natural, pero también afectado por la política y la economía. Nadie se debería rasgar las vestiduras ante la sequía y al mismo tiempo hacer la vista gorda con el incumplimiento del Protocolo de Kyoto. No se trata de ponernos neoapocalipticos, ni de irnos por los Cerros de Úbeda, pero todo el mundo debería de saber que, entre otras cosas, el efecto invernadero y el progreso de la falta de precipitaciones son causa y efecto. Y no sólo se trata de de condenar duramente los Estados que no cumplen con las propuestas de Kyoto, sino de reconocernos individualmente, a nosotros mismos, también como culpables de todos estos desequilibrios naturales y sociales.

En Níger, la sequía es tan extrema que los seres humanos son competidores directos de las termitas por encontrar un grano de mijo con el que poder sobrevivir. Es lógico, por tanto, que esas bolsas de pobreza generen una presión que llega a las alambradas de Melilla, por ejemplo.

Zapatero visita la “zona” quemada de Gran Canaria

Zapatero visita la “zona” quemada de Gran Canaria Loli Rodríguez Martín
Colectivo Ecologista Turcón

Desde que comenzaron las vacaciones del Presidente del Gobierno, empezaron las obligaciones vacacionales de su agenda informal en la que andamos inmersos los canarios.

Sus “vacaciones” se han visto en el pre en el inter y ya veremos en el post cubiertas de obligaciones de fuerza mayor que le han obligado a retrasarlas, aplazar visitas y suspenderlas para luego retomar la agenda. Primero el viaje a China que le impidió estar presente en Guadalajara, luego la rotura de ligamento que le impidió volar a Gran Canaria, luego el accidente de helicóptero con la muerte de soldados españoles cuando estaban de servicio en Afganistán. En fin, todo un cúmulo de despropósitos.

Me he animado a escribir estas líneas por un titular que leí cuando aún estaba Zapatero y su familia en Lanzarote, disfrutando del arroz casero que se fueron a comer a la Graciosa (yo les habría sugerido el “pescaito” frito, para acercarlos a la tragedia que se cierne sobre el futuro insular, especialmente en ese punto donde ellos disfrutaron del buceo, me refiero a la pesadilla oscura de las prospecciones petrolíferas). El titular decía “Zapatero visitará la zona quemada de Gran Canaria ”. Pensé, vaya paliza se va a dar en un solo día. Lo que me dejó perpleja es que sólo iba a visitar la cumbre por el reciente incendio que ha sufrido bajo la despiadada mano de algún loco, quien sabe bajo qué impulso. Esperé con inocente esperanza que desde el aeropuerto hiciera la salida hacia el sur, viendo el aspecto de las costas, los barrancos que se han convertido en cauces removidos por la actividad especulativa, encogiendo el corazón como me ha ocurrido muchas veces al ver las montañas que han sido cepilladas por el trazado de carreteras que parece que se adentran en un territorio infinito, o por el capricho de unos empresarios que han visto el filón en eso que ahora les da por llamar turismo de calidad, justificación para hacer campos de golf a troche y moche aunque planteen un nuevo aeropuerto para atraer vuelos de bajos costo. Esperaba que no dejara de pasar por las playas artificiales que han construido, donde existían calas naturales con vida propia, bajo la perversa intención de venderlas con exclusividad de uso a los hoteles y apartamentos construidos en torno a ellas. Ejemplo claro de zona quemada es la desaparición paulatina de las famosas dunas de Maspalomas, estampa emblemática que hace las maletas sin dejar nueva dirección. Esperaba que se diera una vueltecita por esos pueblos fantasmas creados por ricachones en lugares que para el común de los mortales son zonas protegidas. Deseaba que viera la desaparición de la agricultura en toda la zona, desde el norte hasta el sur, desde la costa hasta la cumbre, bajo la presión urbanística y las nuevas e inútiles autopistas, boom del desarrollo que no se frena y se presenta como un monstruo que nos devora al tiempo que nos proporciona el placebo de la esperanza puesta en las manos de quienes nos representan.

Esperaba que le mostraran todos esos centros comerciales que andan como garrapatas a lomos de un perro flaco junto con todos esos Proyectos de grandes infraestructuras, sobredimensionadas para un territorio que padece la densidad de población por kilómetro cuadrado más alta de todo el territorio nacional.

La zona quemada es todo esto y más. La cumbre es un lugar que aunque se plantee como tragedia su quema, existe un drama diario en toda la isla con insuficiencia de bomberos. En fin, espero que se haya llevado una impresión realista de las zonas quemadas de la isla. Espero también que sea lo suficientemente inteligente como para saber apreciar la catástrofe que padecemos los que vivimos en Gran Canaria sólo escuchando a los que han acompañado su agenda de ayer.

La política forestal y el viejo paradigma

La política forestal y el viejo paradigma Rafael Molina Petit

La Provincia, 29-8-2005

Hemos considerado a los grandes árboles como necesarios para la construcción de casas y embarcaciones, y se les ha admirado por su belleza, como el clásico laurel de indias en la plaza del pueblo. Pero al mismo tiempo, como consumidores de agua y de terreno y competidores en el uso del agua escasa y del suelo fértil con la producción agrícola de alimentos, han sido perseguidos y eliminados con cierta saña por agricultores y ganaderos.

Por ello, el campesino, históricamente y en la actualidad, y entre sus paradigmas, ha diferenciado entre el árbol frutal que producía alimentos y el resto denominado comúnmente mato, que significaba algo inútil. En un extremo de bondad, están los frutales, en menor medida nogales y castaños, y en el otro extremo, los pinos y los eucaliptos (o nugalitus), como arquetipos del mato.

Pero las cosas y el entorno han cambiado en los últimos 20 años diametralmente, a pesar de que las mentalidades no. En Gran Canaria hemos pasado de estar hace años sedientos de agua, a tirar al mar cada día más de 40 millones de litros de aguas residuales (algo así como 2.800 camiones cubas de 14.000 litros cada una) y despilfarramos en muchos casos las aguas limpias en praderas de césped o en cultivos sin rentabilidad. También vemos cómo en muchos campos las peras, ciruelas y naranjas se caen de los árboles debido a que no compensa el coste de la recolección con lo que se paga por el fruto, y porque hay poca gente que quiere trabajar profesionalmente en el campo, ya que la vida es muy dura. Muchos hablamos, y pocos jincan el sacho.

Por otro lado, hay cientos de laderas, montañas y barrancos resequidos y yermos, lugares en los que se cortó masivamente la masa forestal existente con el fin de aprovechar la madera para los ingenios de azúcar , para calentar los hogares o para plantar alimentos en épocas pretéritas de las hambrunas y de la emigración. Es decir, nos sobra suelo yermo de particulares y aguas residuales públicas y privadas, pretendemos vivir del turismo de calidad , se está calentando el planeta, y no creo que nadie quiera volver a plantar como en los años de miseria en esos riscos no mecanizables. Por ello quizás habría que plantearse una nueva política de desarrollo forestal y rural que integrase más a los intereses del sector privado con el interés general.

Hasta ahora los árboles no frutales y el bosque significaban para el propietario de un suelo, una baja o nula rentabilidad económica en su explotación y que además, y lo que es más grave, que le desaparecieran las expectativas urbanísticas de su propiedad, porque en general los planificadores urbanísticos cuando ven algún terreno plantado de árboles lo califican como zona verde, protegida... mientras que si tienes un erial encima lleno de escombros y neveras , es decir, convenientemente tratado, te lo pueden calificar de urbanizable. Es decir, los estímulos para que alguien plante árboles con visión económica en un suelo privado han sido fuertemente negativos, especialmente si se compara con otros usos alternativos. Quizás una solución fuese, por una parte, subvencionar a los particulares por mantener masas forestales en sus propiedades, subvención que se puede justificar perfectamente por las economías externas positivas que tiene esa actividad para el resto de
los ciudadanos, en términos de mejora del paisaje y sus efectos sobre el turismo, atracción de lluvia, digestión de CO2... y dentro de las líneas de mantenimiento del paisaje y la actividad rural que en estos momentos abandera la Unión Europea.

Creo que si en Canarias decidiéramos apoyar un programa para reforestar, por ejemplo, 10.000 Ha de montes y terrenos privados, es decir, tanta superficie como ocupa el plátano en todas las islas, con una subvención media anual durante un periodo de 10 años de unos 1.000-1.500 euros por Ha/año , el programa sería un éxito y habría muchos particulares interesados en dedicar suelos a estas actividades.

Por supuesto, se podría graduar la subvención en función del tipo de árbol, (laurisilva, palmera, pino, castaño...) y del tipo de protección del suelo, dándole mayor subvención a las especies que se quieren apoyar más, y a los suelos más protegidos, con un tope por propietario, por ejemplo, de 20 Ha por propietario, para que fuera una medida real de desarrollo rural. Ello supondría destinar fondos públicos por hasta 10-15 M de
euros al año, (1.600-2.500 millones de pts/año) si el programa tuviese un éxito total, cifra muy alta, que no lo es tanto, si la ponemos en relación por ejemplo a la ayuda al sector plátano, que supone entre 130 y 150 M de euros al año para la misma superficie. Este programa podría ser cofinanciado de varias formas. Incluirlo
parcialmente en las peticiones periódicas de fondos que aporta la Unión Europea de apoyo al sector agrícola y forestal de Canarias y que en este momento se están realizando, financiarlo parcialmente con cargo a las multas por infracciones medioambientales, y por último, con un recargo de un céntimo de euro por litro de combustible,
esto como última salida, y sabiendo que la recaudación en Canarias por el impuesto de carburantes supone que por cada céntimo de euro en el tipo del impuesto se recaudan 10 M de euros más. Estas dos últimas alternativas se inscriben bajo la idea comúnmente aceptada de que el que contamina paga.

La siguiente medida complementaria sería darle una baja edificabilidad a estos terrenos dentro de 15 años si mantienen el bosque y ligada al bosque, y cuando la masa forestal creada esconda las edficaciones, de por ejemplo unos 50-100 m2 de edificabilidad por Ha de bosque (10.000 m2). Esta edificabilidad debería ser adaptada en forma de cabañas de madera o similar, y con usos básicamente terciarios. Con estas dos medidas, el propietario del terreno y su entorno rural se podrían convertir en los mayores defensores del bosque. Es decir, le quitamos la discriminación existente.

Por supuesto, los Cabildos seguirían forestando terrenos públicos, incluso a mayor ritmo, y comprando fincas estratégicas para forestar fuera de este programa. Habría además un campo interesante de creación de empleo y actividad, para que fundaciones como Foresta y empresas privadas realizaran los trabajos de campo. Sería muy extensa la enumeración de las ventajas de un programa de este tipo en Canarias en formas de economías externas para la sociedad. Posible creación en el futuro de una industria de aprovechamiento del sector forestal, posibles ingresos extra por la venta de derechos de CO2, aumento de las lluvias horizontales al ordeñarse la nubes del alisio, que según los últimos estudios en Hawai son mucho más importantes de lo que se estimaba, creación de actividades de ocio complementarias?.

Y sobre todo, algo que es muy importante, la consolidación de unas actividades económicas en el mundo rural, compatibles con el turismo como nuestro pilar económico básico, que no crean problemas de competencia insolidaria con los países en vías de desarrollo, y donde el mundo rural integre al bosque como algo suyo, rompiéndose el obsoleto paradigma y las contradicciones actuales.