El planeta enferma
Heidy González Cabrera
RadioRebelde (Cuba), 1-11-2005
Como si fueran profundas heridas, se abren las grietas de la tierra. Perdida su capacidad productiva, todo muere en ella. Y no es la expansión de un desierto. Otrora fértil, la sobreexplotación agrícola y ganadera, la deforestación o la falta de riego, marcaron tal degradación. Fue la mirada experta de un silvicultor francés quien dio la alarma en 1949, al observar que los bosques húmedos del Sahara comenzaban a desaparecer. Una palabra vino a sus labios desertificación. Y así quedó.
Pero quizás usted se pregunte ¿cómo se va originando este dramático proceso? Todo se mezcla: la contaminación de los suelos y las aguas, la destrucción de la capa de ozono, el calentamiento global, la disminución de los bosques y la extinción de especies de la flora y la fauna son demostración escalofriante de los riesgos que amenazan el medioambiente terrestre, y por ende, la salud de la humanidad.
Sin embargo, es el propio hombre, junto al desarrollo industrial tecnológico, los principales depredadores del sistema ecológico del planeta. Daño de tal envergadura, que han obligado a pueblos, comunidades, instituciones y gobiernos a aunar acciones para frenar la crisis que se aproxima.
UN LARGO PROCESO
Tomemos en cuenta que el calor evapora el agua en zonas de almacenamientos, o mientras transita por los canales de regadíos a cielo abierto, y que mucho se ha insistido en el daño que ocasionan esos programas de riego mal concebidos, pues echan a perder tierras de cultivo tanto como la sequía o la desertificación.
Y precisamente, esos últimos -sequía y desertificación-, han sido los dos grandes azotes que actualmente afectan a vastas regiones de África, y ya se empieza a sentir en otros lugares del mundo. Puede que a los desconocedores parezca exagerado, pero las prácticas erróneas de utilización de la tierra, el pastoreo excesivo y la deforestación, llegan a convertir el agua en un poderoso agente de erosión.
Otro peligro latente devienen los desechos industriales nocivos, que trasforman los ríos en cloacas, y los beneficios de las lluvias desaparecen para convertirlas en portadoras de ácidos capaces de acabar con la vida en un lago y destruir un bosque entero.
SUMA DEL DAÑO
Actualmente, la desertificación amenaza a la cuarta parte del planeta, e implica graves problemas de sustento a más de mil millones de habitantes, la mayor parte, del Tercer Mundo. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), estima que para en el año 2025 las tierras cultivables disminuirán en dos tercios en África, un tercio en Asia y en una quinta parte en América del Sur.
Así pues, las poblaciones afectadas han sido testigos de las distintas etapas de la desertificación. Primero, la paulatina destrucción de la cubierta vegetal, generalmente en zonas fértiles, pero agotadas por la explotación intensiva de los recursos. Y en una segunda etapa, la erosión por el agua y el viento.
Serán necesarias muchas décadas para que el paisaje de esas regiones vuelva a su situación original.
OTRAS CONSECUENCIAS
Además del daño medioambiental, las pérdidas económicas y sociales son elevadas. Se calcula que 135 millones de personas podrían verse obligadas a desplazarse por efecto de la desertización, y los pronósticos afirman que hasta el año 2020, más de 60 millones de habitantes abandonarán las áreas desertificadas del África subsahariana y avanzarán en dirección al norte de ese continente y a Europa, en aras de la supervivencia. En cuanto a los ingresos anuales mundiales, el PNUMA calcula que la desertificación los ascenderá a 42.000 millones de dólares, si es que los gobiernos responden ante tamaña urgencia.
Cuidar de la capa de ozono, que nos protege de los rayos ultravioletas del sol, evitar la contaminación de los suelos, las aguas, el aire y desarrollar prácticas para un manejo adecuado de los recursos que nos brinda natura, debe ser nuestro principal compromiso.
Sólo de esta forma permitiríamos la recuperación de la biosfera del planeta y evitaremos una hecatombe ambiental, de la cual la especie más perjudicada sería, precisamente, el hombre.
RadioRebelde (Cuba), 1-11-2005
Como si fueran profundas heridas, se abren las grietas de la tierra. Perdida su capacidad productiva, todo muere en ella. Y no es la expansión de un desierto. Otrora fértil, la sobreexplotación agrícola y ganadera, la deforestación o la falta de riego, marcaron tal degradación. Fue la mirada experta de un silvicultor francés quien dio la alarma en 1949, al observar que los bosques húmedos del Sahara comenzaban a desaparecer. Una palabra vino a sus labios desertificación. Y así quedó.
Pero quizás usted se pregunte ¿cómo se va originando este dramático proceso? Todo se mezcla: la contaminación de los suelos y las aguas, la destrucción de la capa de ozono, el calentamiento global, la disminución de los bosques y la extinción de especies de la flora y la fauna son demostración escalofriante de los riesgos que amenazan el medioambiente terrestre, y por ende, la salud de la humanidad.
Sin embargo, es el propio hombre, junto al desarrollo industrial tecnológico, los principales depredadores del sistema ecológico del planeta. Daño de tal envergadura, que han obligado a pueblos, comunidades, instituciones y gobiernos a aunar acciones para frenar la crisis que se aproxima.
UN LARGO PROCESO
Tomemos en cuenta que el calor evapora el agua en zonas de almacenamientos, o mientras transita por los canales de regadíos a cielo abierto, y que mucho se ha insistido en el daño que ocasionan esos programas de riego mal concebidos, pues echan a perder tierras de cultivo tanto como la sequía o la desertificación.
Y precisamente, esos últimos -sequía y desertificación-, han sido los dos grandes azotes que actualmente afectan a vastas regiones de África, y ya se empieza a sentir en otros lugares del mundo. Puede que a los desconocedores parezca exagerado, pero las prácticas erróneas de utilización de la tierra, el pastoreo excesivo y la deforestación, llegan a convertir el agua en un poderoso agente de erosión.
Otro peligro latente devienen los desechos industriales nocivos, que trasforman los ríos en cloacas, y los beneficios de las lluvias desaparecen para convertirlas en portadoras de ácidos capaces de acabar con la vida en un lago y destruir un bosque entero.
SUMA DEL DAÑO
Actualmente, la desertificación amenaza a la cuarta parte del planeta, e implica graves problemas de sustento a más de mil millones de habitantes, la mayor parte, del Tercer Mundo. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), estima que para en el año 2025 las tierras cultivables disminuirán en dos tercios en África, un tercio en Asia y en una quinta parte en América del Sur.
Así pues, las poblaciones afectadas han sido testigos de las distintas etapas de la desertificación. Primero, la paulatina destrucción de la cubierta vegetal, generalmente en zonas fértiles, pero agotadas por la explotación intensiva de los recursos. Y en una segunda etapa, la erosión por el agua y el viento.
Serán necesarias muchas décadas para que el paisaje de esas regiones vuelva a su situación original.
OTRAS CONSECUENCIAS
Además del daño medioambiental, las pérdidas económicas y sociales son elevadas. Se calcula que 135 millones de personas podrían verse obligadas a desplazarse por efecto de la desertización, y los pronósticos afirman que hasta el año 2020, más de 60 millones de habitantes abandonarán las áreas desertificadas del África subsahariana y avanzarán en dirección al norte de ese continente y a Europa, en aras de la supervivencia. En cuanto a los ingresos anuales mundiales, el PNUMA calcula que la desertificación los ascenderá a 42.000 millones de dólares, si es que los gobiernos responden ante tamaña urgencia.
Cuidar de la capa de ozono, que nos protege de los rayos ultravioletas del sol, evitar la contaminación de los suelos, las aguas, el aire y desarrollar prácticas para un manejo adecuado de los recursos que nos brinda natura, debe ser nuestro principal compromiso.
Sólo de esta forma permitiríamos la recuperación de la biosfera del planeta y evitaremos una hecatombe ambiental, de la cual la especie más perjudicada sería, precisamente, el hombre.
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