La pertinaz sequía y la guerra del agua
Mariano Monge Juárez
Pertinaz es el mejor adjetivo que califica el carácter de la sequía en la península. Una parte de los paisajes andaluces, murcianos, valencianos, castellanos, extremeños e incluso catalanes se identifica con un bad land, es decir, un paisaje con muy escasa vegetación, de tierra amarilla, sin humus, estéril, arrasado por las lluvias.
En los últimos años parece ser que el Sahara progresa. La ciencia ya califica gran parte de Almería, Murcia y Alicante como área de clima desértico. Sí, desértico, con todas las letras. Esto no es nuevo, la sequía en la península no es nueva, por algo durante la dictadura se hablaba de pertinaz sequía. En cambio, parece ser ahora que el problema es nuevo. No es bueno confundir la actualidad con la novedad. Las ciencias de la información deberían tener esa diferencia más clara de lo que luego demuestra la praxis de los medios de difusión. Ya desde el siglo XVIII, los ministros del Estado Ilustrado de Felipe V, Carlos III o Carlos IV barajaron muy en serio la posibilidad de emprender faraónicos proyectos de trasvases de norte a sur. Nunca hubo medios suficientes, o al menos, nadie supo materializarlos.
Desde época romana, y sobre todo durante el periodo andalusí, la península se caracterizó por un óptimo aprovechamiento y control del agua, gracias a perfectos sistemas de acequias, azudes, canales, albercas, etc. Los regadíos siempre fueron un asunto de primer magnitud económica, política, social y cultural. En 1609 se ordenó la expulsión de los moriscos, afincados la mayoría de ellos en las dos andalucías, el Reino de Valencia, Murcia, Aragón, Cataluña y algunos lugares de Castilla, a pesar del rigor con el que se les expulsó, la administración se vio obligada a dejar a muchos moriscos que eran los encargados de los regadíos. A mediados del siglo XVII se construyeron los primeros pantanos, fue en tierras del sur del Reino de Valencia.
La sequía fue siempre una amenaza elemental. El siglo XIX y el regeneracionismo también se ocupó del problema, aunque no dio ninguna solución. La dictadura franquista se caracterizó, entre otras cosas, por la política de obras hidráulicas. Destacan los numerosos pantanos y el trasvase Tajo-Segura, ya de los años setenta, quizá lo único positivo del franquismo.
La victoria del PSOE ha disparado casualmente la Guerra del Agua. Es contradictorio que un partido que ha gobernando durante dos legislaturas, una de ellas con mayoría absoluta, en la que ha hecho y deshecho completamente a su antojo se escandalice ahora por la ausencia de un Plan Hidrológico Nacional.
Muchos se preguntarán que si era tan fundamental y tan urgente el trasvase del Ebro o del Segura, ¿por qué no lo hicieron entre el año 2000 y 2004? El primer partido de la oposición lanza ahora a los agricultores a la calle. Murcia está inundada de carteles en los que se lee: AGUA PARA TODOS.
Hace poco estuve en un pueblo de Águilas, me encontré con una turista irlandesa que me preguntó, con bastante ironía, si se trataba de AGUA PARA TODOS LOS CAMPOS DE GOLF. Paradójicamente, la Comunidad Autónoma de Murcia, gobernada con mayoría absoluta por el PP, y, junto con Almería, la más afectada por el proceso de desertización, sigue construyendo campos de Golf. Conviene recordar que un campo de golf consume aproximadamente la misma cantidad de agua que una ciudad de veinte mil habitantes.
Si el problema de la sequía es estructural y además obedece a continuos ciclos, más o menos predecibles, no es razonable que siempre estemos igual. Aunque parezca una contradicción, tanto la sequía, las precipitaciones de alta intensidad horaria (gota fría), como los incendios forestales son lados de un mismo triángulo que afectan a la península desde tiempos geológicos.
En cambio, nuestros políticos siguen mostrándose inútiles ante esta carencia. Es curioso, por ejemplo, hay ciudades que se inundan constantemente, Alzira suele padecer periódicamente los rigores de la gota fría casi todos los decenios. Durante los años sesenta y ochenta, Santa Pola se convirtió en un núcleo turístico muy importante, fue construida sin alcantarillado. En la Comunidad Valenciana mucha gente construye viviendas en medio de ramblas, y la administración se queda tan tranquila.
El agua forma parte de un enorme ciclo natural, pero también afectado por la política y la economía. Nadie se debería rasgar las vestiduras ante la sequía y al mismo tiempo hacer la vista gorda con el incumplimiento del Protocolo de Kyoto. No se trata de ponernos neoapocalipticos, ni de irnos por los Cerros de Úbeda, pero todo el mundo debería de saber que, entre otras cosas, el efecto invernadero y el progreso de la falta de precipitaciones son causa y efecto. Y no sólo se trata de de condenar duramente los Estados que no cumplen con las propuestas de Kyoto, sino de reconocernos individualmente, a nosotros mismos, también como culpables de todos estos desequilibrios naturales y sociales.
En Níger, la sequía es tan extrema que los seres humanos son competidores directos de las termitas por encontrar un grano de mijo con el que poder sobrevivir. Es lógico, por tanto, que esas bolsas de pobreza generen una presión que llega a las alambradas de Melilla, por ejemplo.
Pertinaz es el mejor adjetivo que califica el carácter de la sequía en la península. Una parte de los paisajes andaluces, murcianos, valencianos, castellanos, extremeños e incluso catalanes se identifica con un bad land, es decir, un paisaje con muy escasa vegetación, de tierra amarilla, sin humus, estéril, arrasado por las lluvias.
En los últimos años parece ser que el Sahara progresa. La ciencia ya califica gran parte de Almería, Murcia y Alicante como área de clima desértico. Sí, desértico, con todas las letras. Esto no es nuevo, la sequía en la península no es nueva, por algo durante la dictadura se hablaba de pertinaz sequía. En cambio, parece ser ahora que el problema es nuevo. No es bueno confundir la actualidad con la novedad. Las ciencias de la información deberían tener esa diferencia más clara de lo que luego demuestra la praxis de los medios de difusión. Ya desde el siglo XVIII, los ministros del Estado Ilustrado de Felipe V, Carlos III o Carlos IV barajaron muy en serio la posibilidad de emprender faraónicos proyectos de trasvases de norte a sur. Nunca hubo medios suficientes, o al menos, nadie supo materializarlos.
Desde época romana, y sobre todo durante el periodo andalusí, la península se caracterizó por un óptimo aprovechamiento y control del agua, gracias a perfectos sistemas de acequias, azudes, canales, albercas, etc. Los regadíos siempre fueron un asunto de primer magnitud económica, política, social y cultural. En 1609 se ordenó la expulsión de los moriscos, afincados la mayoría de ellos en las dos andalucías, el Reino de Valencia, Murcia, Aragón, Cataluña y algunos lugares de Castilla, a pesar del rigor con el que se les expulsó, la administración se vio obligada a dejar a muchos moriscos que eran los encargados de los regadíos. A mediados del siglo XVII se construyeron los primeros pantanos, fue en tierras del sur del Reino de Valencia.
La sequía fue siempre una amenaza elemental. El siglo XIX y el regeneracionismo también se ocupó del problema, aunque no dio ninguna solución. La dictadura franquista se caracterizó, entre otras cosas, por la política de obras hidráulicas. Destacan los numerosos pantanos y el trasvase Tajo-Segura, ya de los años setenta, quizá lo único positivo del franquismo.
La victoria del PSOE ha disparado casualmente la Guerra del Agua. Es contradictorio que un partido que ha gobernando durante dos legislaturas, una de ellas con mayoría absoluta, en la que ha hecho y deshecho completamente a su antojo se escandalice ahora por la ausencia de un Plan Hidrológico Nacional.
Muchos se preguntarán que si era tan fundamental y tan urgente el trasvase del Ebro o del Segura, ¿por qué no lo hicieron entre el año 2000 y 2004? El primer partido de la oposición lanza ahora a los agricultores a la calle. Murcia está inundada de carteles en los que se lee: AGUA PARA TODOS.
Hace poco estuve en un pueblo de Águilas, me encontré con una turista irlandesa que me preguntó, con bastante ironía, si se trataba de AGUA PARA TODOS LOS CAMPOS DE GOLF. Paradójicamente, la Comunidad Autónoma de Murcia, gobernada con mayoría absoluta por el PP, y, junto con Almería, la más afectada por el proceso de desertización, sigue construyendo campos de Golf. Conviene recordar que un campo de golf consume aproximadamente la misma cantidad de agua que una ciudad de veinte mil habitantes.
Si el problema de la sequía es estructural y además obedece a continuos ciclos, más o menos predecibles, no es razonable que siempre estemos igual. Aunque parezca una contradicción, tanto la sequía, las precipitaciones de alta intensidad horaria (gota fría), como los incendios forestales son lados de un mismo triángulo que afectan a la península desde tiempos geológicos.
En cambio, nuestros políticos siguen mostrándose inútiles ante esta carencia. Es curioso, por ejemplo, hay ciudades que se inundan constantemente, Alzira suele padecer periódicamente los rigores de la gota fría casi todos los decenios. Durante los años sesenta y ochenta, Santa Pola se convirtió en un núcleo turístico muy importante, fue construida sin alcantarillado. En la Comunidad Valenciana mucha gente construye viviendas en medio de ramblas, y la administración se queda tan tranquila.
El agua forma parte de un enorme ciclo natural, pero también afectado por la política y la economía. Nadie se debería rasgar las vestiduras ante la sequía y al mismo tiempo hacer la vista gorda con el incumplimiento del Protocolo de Kyoto. No se trata de ponernos neoapocalipticos, ni de irnos por los Cerros de Úbeda, pero todo el mundo debería de saber que, entre otras cosas, el efecto invernadero y el progreso de la falta de precipitaciones son causa y efecto. Y no sólo se trata de de condenar duramente los Estados que no cumplen con las propuestas de Kyoto, sino de reconocernos individualmente, a nosotros mismos, también como culpables de todos estos desequilibrios naturales y sociales.
En Níger, la sequía es tan extrema que los seres humanos son competidores directos de las termitas por encontrar un grano de mijo con el que poder sobrevivir. Es lógico, por tanto, que esas bolsas de pobreza generen una presión que llega a las alambradas de Melilla, por ejemplo.
1 comentario
yeray -
http://www.ruyman.eu/informe8AVF.htm