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La sequía

La sequía José A. Alemán

CanariasAhora.com, 29-6-2005

Andan los peninsulares preocupados con la sequía. Por lo visto es de las que llamaban “pertinaces” cuando Él habitaba entre nosotros y sólo la meteorología gozaba de cierta libertad, al punto de poder decirse, aunque no sin correr algún riesgo, que reinaba en España un fresco general procedente de Galicia.


La sequía peninsular disparó las alarmas asociadas a los graves indicios de desertización y la desaparición ya consumada o inminente de sistemas ecológicos completos. Los acuíferos están sobrexplotados hasta un grado de difícil o imposible recuperación en muchos casos y aterra la certeza de que pueden desgajarse los cielos y no parar de llover en plan bíblico sin que se remedie la situación, tal y como van. Es significativo que Portugal pretenda solicitar indemnizaciones a España por las mermas de caudal en los ríos compartidos a causa de las excesivas sacas de agua en la parte española.

El debate es fuerte y se cuestiona el modelo de desarrollo por razones de supervivencia, no ideológicas. Los forofos del desarrollismo y de que arreen quienes vengan detrás han perdido así su principal baza para desautorizar a sus oponentes atribuyéndole cualquier “ismo” políticamente incorrecto.

De nuevo hablan de sostenibilidad, el palabro choteado que sugiere, a estos efectos, la conveniencia de no gastar más agua de la llovida. Lo que implica desaconsejar la creación en la España seca de praderas artificiales; como los campos de golf, dicho sea con todo el ánimo de señalar. El país es el que es y resulta contraproducente y a lo que se ve suicida emular a Irlanda, pongo por caso, donde el verde sale espontáneo y de vicio. Me dicen, sin que lo haya podido contrastar aún, que en zonas de Francia han prohibido el riego de los campos de golf. Por algo será.

Frente a esas preocupaciones continentales, el Cabildo de Gran Canaria acaba de anunciar que en enero de 2006 se aprobará el Plan Territorial Especial de Ordenación de campos de golf. Soria siempre tan oportuno. Se permitirá la construcción de dieciocho, nada menos, nueve con su establecimiento hotelero y su canesú. Es evidente que a Soria le tienen sin cuidado los problemas hídricos. Lo ha demostrado sobradamente con Emalsa, con los golpes bajos al Plan Hidrológico o con esa idea que le ronda de privatizar las instalaciones regentadas por el Consejo Insular de Aguas. Y le trae, por tanto, al fresco que el medio centenar de hectáreas que puede medir un campo de dieciocho hoyos consuma unos 300.000 metros cúbicos al año. O sea: los dieciocho campos de golf de promoción soriásica se beberían la mitad de las aguas que puedan almacenar todos los depósitos y presas de la isla. Son cálculos de Los Verdes para los consumos globales, a los que habría de añadirse el mayor índice de evaporación canario; el colectivo ecologista Turcón calculó el referido a la isla.

Vaya por delante que uno no está contra el golf. Es deporte que me gusta, aunque no lo practique para evitar caminatas. Y me satisface que el Club de Golf ubicado en Bandama sea de los más antiguos de España, si no el más. En Gran Canaria está documentado el golf desde hace ciento catorce años y está bien que se quiera mantener esa tradición y hasta que la promocionen. Pero una cosa es una cosa y otra cosa son dos cosas, o sea, estas exageraciones que incrementan las posibilidades de que los isleños nos partamos un tobillo en algún hoyo o sucumbamos de un pelotazo en la cocorota propinado por cualquier principiante que aspire a echarle una partidita al Clinton la próxima vez que venga a Tenerife. Y no vale decir que se utilizarán para su riego aguas depuradas, por más que ésta sea otra discusión.

El desconocimiento y la insensibilidad hídrica de nuestros mandarines se ha manifestado también recientemente de otra manera. No hace mucho informaban de que los canarios ya no dependemos del cielo para cubrir nuestras necesidades, que de eso se encarga la tecnología. Con la vieja cultura isleña del ahorro de agua en trance de desaparición, sólo faltaba esta invitación a perderle el miedo al derroche, justo cuando a escala planetaria se toman ya en serio el problema de la escasez y sus costes económicos; incluso en zonas del mundo infinitamente mejor dotadas que las islas y en las que no han conocido jamás los apuros que aquí hemos pasado. Marca la diferencia el contar ellos con buenos gobernantes responsables.

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