Luis Balairón, físico y meteorólogo: «El cambio climático podría traer más frío a España»
La Razón, 14-8-2005
Madrid- El público confunde conceptos como calentamiento global, cambio climático, clima y tiempo meteorológico. Y tiende a mezclar las cosas. Ahora que estamos ante un año seco, el eco en los medios aparece más amplificado, y confuso. ¿Estamos ante un nuevo ciclo de sequía provocado por el cambio climático? ¿Vamos a sufrir más olas de calor este verano? ¿Se ha vuelto loco el tiempo? «Siempre me he resistido a afirmar que las sequías son una consecuencia del cambio climático, y por ello muchos me han tachado de conservador», explica Luis Balairón, físico y meteorólogo del Instituto Nacional de Metereología (INM). Precisamente, el INM forma parte del organigrama del Ministerio de Medio Ambiente. Su titular, Cristina Narbona, afirmó recientemente que estamos ante un nuevo ciclo de sequía provocado por el cambio climático.
¿Suscribe esta afirmación?
En sentido estricto, no tenemos capacidad de predicción de sequías. No son predecibles de aquí a cinco años, ni son cíclicas. Es cierto que después de un periodo de tiempo largo con lluvias, el primer año de sequía produce una preocupación especial porque cabe la posibilidad de que sea el inicio de una sequía más prolongada. Pero se aplica el principio de precaución. Lo que interpreto es que se están adoptando medidas de precaución en cuanto a la sequía y de adaptación al cambio climático.
Asociación incorrecta
Científicamente, ¿usted asociaría la sequía y el cambio climático?
No. Son dos cosas distintas. Cuando se habla de la intensidad de una sequía, se refiere a los efectos que va a producir. En un contexto de cambio climático, la misma sequía meteorológica tiene un efecto distinto. Una disminución del 20 por ciento de las precipitaciones en 1910 no va a tener los mismos efectos que en la actualidad. Ahora vamos a tener una demanda mayor de agua. Lo que ocurre con el cambio climático es que a más temperatura, el agua disponible es menor. Y eso depende de cuánta agua haya caído y cuánta se haya evaporado. Si en el futuro la temperatura aumenta un par de grados, las sequías van a ser más graves debido a que el agua disponible va a ser menor.
Es decir, el cambio climático hará más intensas las sequías.
No sabemos si aumentará la frecuencia de las sequías, pero sí su impacto por efecto del incremento de la temperatura. Se reducirá el agua en los pantanos, los recursos hídricos disponibles. Por tanto, debemos adoptar medidas de adaptación superiores a las que tendríamos de tomar en nuestra zona mediterránea si no hubiera cambio climático. La regulación hídrica con cambio o sin cambio climático es distinta. El ejemplo extremo es Suiza. Una anticipación de la época de deshielo, es decir, si se produce un mes antes, implicaría que parte de la cantidad de agua que actualmente se almacena como nieve y que no se evapora, iría fundiéndose con más velocidad y antes, por lo que se produciría un proceso de evaporación anticipada. La regulación hídrica es distinta, ni peor ni mejor. En Suiza, que planifica su gestión hídrica con grandes pendientes con una gran cantidad de nieve almacenada en los Alpes, necesitará adaptar su regulación hídrica por el cambio climático. Que es lo que importa al ciudadano, el agua disponible para agricultura, riegos, piscinas, campos de golf o consumo.
España siempre ha sufrido episodios de sequía. ¿No es normal?
La sequía forma parte del clima mediterráneo, y entra dentro de la normalidad climática. Por eso se insistió mucho en la que ocurrió entre 1990 y 1995. La frase que se acuñó, después de reuniones con expertos de Israel, es que la sequía es una oportunidad. Un país como el nuestro debe aprovechar las épocas de sequía como una oportunidad para replantearse su gestión del agua y entender que un país mediterráneo tiene que tener una gestión del recurso contando que la sequía es parte del clima, sea o no una desgracia. El cambio climático introduce un factor adicional, la forma de adaptarte a esa sequía ha de ser distinta; no es seguro que vayan a reducirse las precipitaciones, pero sí el agua disponible. La sequía meteorológica es la que afecta al agua que cae, pero la del usuario, ciudadano o del agricultor, la compañía hidroeléctrica o el ingeniero, es el agua que les llega para usar, bien en el riego o para producir energía eléctrica. En este sentido, esa «sequía» sí aumentará con el cambio climático.
¿Qué sugieren las predicciones de los modelos climáticos en cuanto a la cantidad futura de lluvias?
En algunos se produce aumento de precipitaciones, como el modelo de Hadley, sobre todo hasta el 2050, y a partir de aquí una estabilización, aunque en un nivel más alto que en la actual, sobre todo en las cuencas atlánticas. Aumentan las lluvias de invierno, y en otros modelos las de primavera. Lo que sí se reduce son las lluvias de otoño y las de verano. Casi todos los modelos producen cambios de precipitación que no van más allá de aumentos o disminuciones del cinco por ciento. Los cambios no son grandes, aunque serían extraordinarios si afectaran al sureste español. El problema es que ahora tenemos una gran seguridad en cuanto al aumento de temperatura, pero mucha inseguridad en cuanto a precipitaciones. Si entendemos la sequía como falta de agua, el concepto de preocuparse por el cambio climático está científicamente respaldado. Si hablamos de sequía como el agua que cae, la incertidumbre es mayor.
Recursos en detrimento
Es decir, cae más agua pero hace más calor, entonces el recurso hídrico disminuye.
En las evaluaciones, disminuye en términos netos, la evaporación es muy fuerte en 2030 o 2050, con un aumento de temperatura de más de dos grados. La lámina de agua embalsada y la de escorrentía superficial baja. La vegetación requiere más agua. Es como si colocas un jarrón con una planta dentro de una habitación con calefacción, necesita más agua que si la dejas fuera, en el balcón, donde hace más frío. Ahora llevamos diez años con precipitaciones abundantes, y la sequía siempre empieza con episodios como éste. No hay razones para asegurar que estamos ante un periodo de precipitaciones escasas. Puede ocurrir perfectamente que se acabase la racha por este año anómalo.
¿Cuáles son las consecuencias climáticas del deshielo, aportar más agua dulce y fría al Atlántico?
Si alterásemos la circulación del Atlántico Norte, y se colapsara el mecanismo de redistribución de calor, Europa occidental sufriría un enfriamiento de unas cuantas décadas, a pesar de que el resto de la Tierra se caliente. El cambio climático produciría un enfriamiento en Europa y no un calentamiento. España sufriría un enfriamiento, aunque más débil que en Noruega o Inglaterra, pero sería apreciable, y podría contrarrestar incluso el calentamiento. Es decir, podría anular el calentamiento global durante varias décadas.
Madrid- El público confunde conceptos como calentamiento global, cambio climático, clima y tiempo meteorológico. Y tiende a mezclar las cosas. Ahora que estamos ante un año seco, el eco en los medios aparece más amplificado, y confuso. ¿Estamos ante un nuevo ciclo de sequía provocado por el cambio climático? ¿Vamos a sufrir más olas de calor este verano? ¿Se ha vuelto loco el tiempo? «Siempre me he resistido a afirmar que las sequías son una consecuencia del cambio climático, y por ello muchos me han tachado de conservador», explica Luis Balairón, físico y meteorólogo del Instituto Nacional de Metereología (INM). Precisamente, el INM forma parte del organigrama del Ministerio de Medio Ambiente. Su titular, Cristina Narbona, afirmó recientemente que estamos ante un nuevo ciclo de sequía provocado por el cambio climático.
¿Suscribe esta afirmación?
En sentido estricto, no tenemos capacidad de predicción de sequías. No son predecibles de aquí a cinco años, ni son cíclicas. Es cierto que después de un periodo de tiempo largo con lluvias, el primer año de sequía produce una preocupación especial porque cabe la posibilidad de que sea el inicio de una sequía más prolongada. Pero se aplica el principio de precaución. Lo que interpreto es que se están adoptando medidas de precaución en cuanto a la sequía y de adaptación al cambio climático.
Asociación incorrecta
Científicamente, ¿usted asociaría la sequía y el cambio climático?
No. Son dos cosas distintas. Cuando se habla de la intensidad de una sequía, se refiere a los efectos que va a producir. En un contexto de cambio climático, la misma sequía meteorológica tiene un efecto distinto. Una disminución del 20 por ciento de las precipitaciones en 1910 no va a tener los mismos efectos que en la actualidad. Ahora vamos a tener una demanda mayor de agua. Lo que ocurre con el cambio climático es que a más temperatura, el agua disponible es menor. Y eso depende de cuánta agua haya caído y cuánta se haya evaporado. Si en el futuro la temperatura aumenta un par de grados, las sequías van a ser más graves debido a que el agua disponible va a ser menor.
Es decir, el cambio climático hará más intensas las sequías.
No sabemos si aumentará la frecuencia de las sequías, pero sí su impacto por efecto del incremento de la temperatura. Se reducirá el agua en los pantanos, los recursos hídricos disponibles. Por tanto, debemos adoptar medidas de adaptación superiores a las que tendríamos de tomar en nuestra zona mediterránea si no hubiera cambio climático. La regulación hídrica con cambio o sin cambio climático es distinta. El ejemplo extremo es Suiza. Una anticipación de la época de deshielo, es decir, si se produce un mes antes, implicaría que parte de la cantidad de agua que actualmente se almacena como nieve y que no se evapora, iría fundiéndose con más velocidad y antes, por lo que se produciría un proceso de evaporación anticipada. La regulación hídrica es distinta, ni peor ni mejor. En Suiza, que planifica su gestión hídrica con grandes pendientes con una gran cantidad de nieve almacenada en los Alpes, necesitará adaptar su regulación hídrica por el cambio climático. Que es lo que importa al ciudadano, el agua disponible para agricultura, riegos, piscinas, campos de golf o consumo.
España siempre ha sufrido episodios de sequía. ¿No es normal?
La sequía forma parte del clima mediterráneo, y entra dentro de la normalidad climática. Por eso se insistió mucho en la que ocurrió entre 1990 y 1995. La frase que se acuñó, después de reuniones con expertos de Israel, es que la sequía es una oportunidad. Un país como el nuestro debe aprovechar las épocas de sequía como una oportunidad para replantearse su gestión del agua y entender que un país mediterráneo tiene que tener una gestión del recurso contando que la sequía es parte del clima, sea o no una desgracia. El cambio climático introduce un factor adicional, la forma de adaptarte a esa sequía ha de ser distinta; no es seguro que vayan a reducirse las precipitaciones, pero sí el agua disponible. La sequía meteorológica es la que afecta al agua que cae, pero la del usuario, ciudadano o del agricultor, la compañía hidroeléctrica o el ingeniero, es el agua que les llega para usar, bien en el riego o para producir energía eléctrica. En este sentido, esa «sequía» sí aumentará con el cambio climático.
¿Qué sugieren las predicciones de los modelos climáticos en cuanto a la cantidad futura de lluvias?
En algunos se produce aumento de precipitaciones, como el modelo de Hadley, sobre todo hasta el 2050, y a partir de aquí una estabilización, aunque en un nivel más alto que en la actual, sobre todo en las cuencas atlánticas. Aumentan las lluvias de invierno, y en otros modelos las de primavera. Lo que sí se reduce son las lluvias de otoño y las de verano. Casi todos los modelos producen cambios de precipitación que no van más allá de aumentos o disminuciones del cinco por ciento. Los cambios no son grandes, aunque serían extraordinarios si afectaran al sureste español. El problema es que ahora tenemos una gran seguridad en cuanto al aumento de temperatura, pero mucha inseguridad en cuanto a precipitaciones. Si entendemos la sequía como falta de agua, el concepto de preocuparse por el cambio climático está científicamente respaldado. Si hablamos de sequía como el agua que cae, la incertidumbre es mayor.
Recursos en detrimento
Es decir, cae más agua pero hace más calor, entonces el recurso hídrico disminuye.
En las evaluaciones, disminuye en términos netos, la evaporación es muy fuerte en 2030 o 2050, con un aumento de temperatura de más de dos grados. La lámina de agua embalsada y la de escorrentía superficial baja. La vegetación requiere más agua. Es como si colocas un jarrón con una planta dentro de una habitación con calefacción, necesita más agua que si la dejas fuera, en el balcón, donde hace más frío. Ahora llevamos diez años con precipitaciones abundantes, y la sequía siempre empieza con episodios como éste. No hay razones para asegurar que estamos ante un periodo de precipitaciones escasas. Puede ocurrir perfectamente que se acabase la racha por este año anómalo.
¿Cuáles son las consecuencias climáticas del deshielo, aportar más agua dulce y fría al Atlántico?
Si alterásemos la circulación del Atlántico Norte, y se colapsara el mecanismo de redistribución de calor, Europa occidental sufriría un enfriamiento de unas cuantas décadas, a pesar de que el resto de la Tierra se caliente. El cambio climático produciría un enfriamiento en Europa y no un calentamiento. España sufriría un enfriamiento, aunque más débil que en Noruega o Inglaterra, pero sería apreciable, y podría contrarrestar incluso el calentamiento. Es decir, podría anular el calentamiento global durante varias décadas.
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