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Cómo gestionar el agua dulce

Cómo gestionar el agua dulce Cristian Frers
Técnico Superior en Gestión Ambiental y Comunicación Social

El notable incremento de la población mundial de las últimas décadas se ha visto acompañado por un aumento en el consumo de agua por persona. Esto ha producido un gran incremento de la demanda de agua, una persona gasta 200 litros si se baña con bañera y 100 si se ducha, un grifo que gotea en casa son 35.000 litros de agua al año, lo que combinado con los desequilibrios en el suministro que producen las variaciones temporales en las precipitaciones ha llevado a situaciones regionales de escasez de agua que, cada vez con más frecuencia y gravedad, aparecen en muchas zonas del Planeta.

Desde el punto de vista de la contaminación, el sector industrial es, en muchos casos, la fuente más importante de contaminación, pese a no ser el mayor consumidor de agua. Los desechos líquidos industriales, por ejemplo, asociados a los procesos de producción de textiles y papel, traen gran cantidad de contaminación orgánica. En general, la industria y la agricultura llevan gran cantidad de contaminantes químicos a las corrientes de agua. Cada vez está más claro que el agua dulce es un recurso finito, vulnerable a la contaminación.

Los niveles del uso del agua son: el 73% para uso agrícola, 20% para la industria y 7% para el uso doméstico. Siendo el riego el uso más importante y tal vez el más deficiente porque se pierde hasta el 70% del agua en el transporte. Es bien clara la necesidad de tener una mayor eficiencia en el uso agrícola, pero también lo es en los sistemas de agua doméstico ya que se presentan costos innecesarios y significativos.
La información y la educación son claves para la creación de una nueva cultura en el manejo del agua. Mientras la comunidad no entienda su rol respecto al uso del agua, los proyectos que se emprendan hacia su conservación tienden a no ser sostenibles y las inversiones de capital económico y de trabajo se pueden perder.

En la actualidad, desde el punto de vista de la gestión del agua, los problemas se relacionan con la ineficiencia, especialmente por las decisiones en materia de política y tecnología. En los procesos de desarrollo de los sistemas de abastecimiento de agua, se consideró durante mucho años que la tecnología era la solución principal a los problemas, y por consiguiente era necesario transferirla de manera masiva, de los países industrializados hacia los países en vía de desarrollo. Estas tecnologías implantadas, sin tener en cuenta las condiciones locales, fracasaron y tuvieron consecuencias funestas para la población y el ambiente. No funcionaron porque, al parecer, olvidaron que el fin último de la tecnología era que la gente la usara, que funcionara a través del tiempo y que el uso dado por las comunidades, estaba determinado por su contexto sociocultural, económico y ambiental.

Frente a esta situación, se ha venido trabajando en modelos de gestión del agua y saneamiento básico, teniendo en cuenta la participación de la comunidad, ya que se ha podido comprobar que la participación de la comunidad en los proyectos de desarrollo da buenos resultados, cuando la población afectada se involucra en los proyectos y se les permite contribuir con sus conocimientos a la configuración de éstos, tornando el trabajo más eficaz y productivo. Al mismo tiempo, se aumenta la capacidad de los individuos para organizarse a fin de hallar soluciones a los problemas que los aquejan.

Generar capacidad de gestión en las comunidades implica asumir los proyectos relacionados con la problemática del agua, desde ópticas más amplias, que consideren aspectos como:

-Trabajar participativamente en equipos interdisciplinarios porque, conforme está estructurado el saber en el mundo moderno, cada profesión es experta en un campo específico y por lo tanto solo el trabajo interdisciplinario permite recuperar la visión de totalidad y aproximarse a la solución de los problemas.

-Empezar por construir y fortalecer el concepto de comunidad para que el proyecto se maneje con criterios de solidaridad.

-Promover estrategias de trabajo que permitan la participación de todos los usuarios del sistema en las decisiones y no solamente los líderes.

-Trabajar con la comunidad desde su contexto sociocultural específico, lo cual implica el reconocimiento y valoración del saber.

Pese a la urbanización creciente, gran parte del mundo en desarrollo sigue siendo rural. Las comunidades rurales tienden a ser pobres y sufren limitaciones para el desarrollo como resultado de la infraestructura deficiente, las oportunidades de ingreso limitadas y la falta de voz en el ámbito político. Un campo que no se gestione adecuadamente puede ser una fuente de contaminación, ya que sedimentos de los campos erosionados pueden obstruir los arroyos y represas; los fertilizantes, pesticidas y desechos animales pueden ser arrastrados hacia las aguas subterráneas o lavados hacia los arroyos, matando plantas, peces y otros animales.

Se ha aprendido mucho sobre lo que funciona y lo que no funciona en los proyectos rurales de abastecimiento de agua y saneamiento. El principio de la metodología se basa en potenciar las capacidades, tanto de las comunidades como de las instituciones, al reconocer que cada actor tiene un conocimiento y que las soluciones se construyen con la participación, tanto para problemas de orden técnico, como para abordar creativamente los problemas de orden social y legal asociados con los aspectos del agua y el saneamiento básico en las comunidades.

Considerar el acceso al agua como un derecho humano y social conlleva la aplicación de reglas, deberes y obligaciones que muchos Estados y la mayoría de las empresas privadas multinacionales no desean que sean impuestos. Pero, ¿existe verdadera libertad y justicia sin reglas, obligaciones y solidaridad respecto al derecho a la vida para todos?

Actualmente a nivel mundial, las políticas administrativas promueven la descentralización de los recursos y de las decisiones y gestiones públicas, al orden local. Y esto, no solo en el ámbito administrativo, también en el ámbito de la educación, las comunidades deben ser gestoras de sus propias iniciativas. De esta manera, es preciso concienciar a la población de que el agua es un bien económico y social, y el descuido de este recurso y su contaminación implican grandes riesgos a nivel ambiental y en la salud integral. No preservar el agua, implica la inversión de grandes cantidades de dinero en su tratamiento y ese dinero finalmente sale de los propios bolsillos de las comunidades.

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